En lugar de dirigirse directamente a la Secta del Sol Eterno, Kent dirigió el carruaje hacia la Ciudad Bambú Dorado.
El carruaje dorado se deslizaba por las bulliciosas calles de la Ciudad Bambú Dorado, sus ruedas produciendo un sonido metálico contra los caminos de piedra. Pero atado a esas ruedas había un espectáculo que provocaba suspiros entre los espectadores.
El patriarca del Clan del Veneno, golpeado y apenas consciente, atado al lado de la rueda del carruaje, su cuerpo giraba por el suelo, dejando un leve rastro de polvo y sangre a su paso.
La gente de la Ciudad Bambú Dorado reconoció a Kent a primera vista. Todos habían visto la pelea en la Tierra Bendita varias veces en los orbes de cristal. Ahora, al ver su carruaje dorado, comenzaron a gritar su nombre.
—¡Kent! ¡Maestro Kent! —gritaban, corriendo tras el carruaje. Rostros llenos de asombro y curiosidad, niños señalando al hombre atado, y susurros que se extendían como un incendio por la multitud.