Piedra de Ónice

—O eres fuerte o te has ido.

FIONNA

—¿Una acusación? —repitió Fionna mientras sentía que todo sucedía muy rápido.

Había soñado con ello muchas veces. Cómo saborear la libertad. Se lo había imaginado tan profundamente que, a veces, sin su permiso, se infiltraba en sus pesadillas.

Pero nunca se permitió soñar demasiado porque a una mujer como ella le enseñaron incontables veces que lo más fácil de romper son el corazón y la esperanza de un hombre común.

No se atrevía a tener esperanzas. Todo lo que podía hacer era luchar sin descanso con la esperanza de que algún día sería libre de las múltiples cadenas que la habían atado desde el día en que saludó al mundo como bebé.