Un Cazador Por Un Cazador

—¿Daemon? —susurró, observando la silla abandonada de su mesa de oficina, y los libros ordenadamente apilados en su mesa. Era un hombre ordenado casi al punto de la obsesión. Un hecho que Zina creía que se debía a sus graves problemas de control.

—Aquí —llamó su voz desde el interior. Siguiendo el sonido de su voz, Zina se encontró caminando por un estrecho pasillo en su oficina solo con paredes a ambos lados. Siempre había pensado que el oscuro pasillo tenía un final cerrado, pero no, había una puerta al final. Y dicha puerta estaba entreabierta y la luz se filtraba de allí al corredor.

Empujó la puerta y entró. Lo primero que impactó a Zina fue un olor seco y almizclado. Y una mirada a la habitación le reveló lo que era responsable del olor. Miles y miles de libros estaban apilados en estantes tan altos que apenas alcanzaban los altísimos techos de la habitación.