Recolectoras de Sangre

ZINA

Zina despertó en un mundo que se sacudía y tambaleaba. Sus ojos se abrieron de golpe, al darse cuenta de que estaba en un carruaje. Los ojos preocupados de Seraph se encontraron con los suyos.

—Te desmayaste, Theta. La Anciana Sybril dijo que usaste demasiada de tu energía din y que te recuperarás pronto. Me alegra que estés despierta —dijo Seraph.

Zina, que yacía desparramada en el sillón largo del carruaje, se sentó erguida mientras se frotaba los ojos para quitarse el cansancio. —Eso lo explica...—murmuró, recordando cuán débiles se habían vuelto sus piernas antes de que finalmente cedieran bajo ella.

—¿Nos dirigimos de regreso al Castillo? —preguntó sin molestarse en abrir la ventana del carruaje para verlo por sí misma.