La única cosa imperdonable

Zina

Zina no podía negarlo, que desde el momento en que habló con su madre en la proyección, se encontró imaginando un mundo diferente, pero en este mundo, se sentía completamente avara.

Pues a pesar de que estaba agradecida de tener a Daemon en su vida, se encontraba insatisfecha con tenerlo solo a él. No, en cambio se imaginaba que también tenía a su madre, y podía imaginar cómo su título de la abandonada literalmente se desprendía.

Era codicia de su parte, lo sabía, y sin embargo, era incapaz de luchar contra ella.

Sabía que nunca debería haber actuado en base a su codicia enviando al Heraldo del Norte a la Costa de Hierro para investigar acerca de la Manada de Gritones y cualquier posible resto, y sin embargo, lo hizo. Al menos se había vuelto evidente que la mente podría permanecer lo más lógica posible, pero el corazón anhelaba lo que deseaba y el suyo añoraba un hogar.