Helanie:
—¿Por qué me miras así? Vamos, quítate la camisa y siéntate de espaldas a mí —insistió, y la forma en que dijo esas palabras hizo que mi estómago se retorciera.
—¡No! —fruncí el ceño—. ¡No! Eso sería raro —siseé.
—Entonces déjame llamar a un médico para ti, pero como es tarde y en dos horas será medianoche, no creo que nadie venga aquí. ¿Qué tal si le pregunto a tu madre? ¿Quieres que yo— era tan astuto, sabía que nunca pediría la ayuda de mi madre. Preferiría dejar que las heridas se infectaran y morir antes que pedirle ayuda.
—Sabes que nunca pediría su ayuda, ¿verdad? —Coloqué mis manos en la cintura, molesta por su insensibilidad.
—Oye, no te enojes. Solo estaba haciendo una observación. Tienes fiebre, lo que significa que necesitas limpiar esa herida. Déjame hacerlo. Soy tu entrenador. He visto heridas antes y sé cómo tratarlas —intentaba tan fuerte convencerme, pero le faltaba solo un punto.