Primera Misión

Notó la curiosidad y la aprensión en su voz, pero para su alivio ella no sonaba enojada. Su voz era como acero, y casi podía saborear el componente irónico de la sangre compuesta en su boca solo con escucharla, que se deslizaba por la habitación, quedándose en el aire como el hedor de la sangre afuera que le hacía sentir náuseas.

Una voz en su cabeza le decía que corriera. Girar y correr sin mirar atrás. Huir lejos de esa gente. Pero ya era demasiado tarde para siquiera pensar en hacer eso, porque sabía que en el próximo segundo que intentara correr, moriría.

—Lo traje —levantó ligeramente los ojos para ver a Theresa mirando a alguien detrás de él, y fue entonces cuando se dio cuenta de que las mujeres se habían vuelto hacia la fuente del aura oscura en la habitación y él aún tenía que girar, todavía temblando, estremeciéndose.