Los párpados de sus ojos caían pesados y lentos. La oscuridad lo rodeaba solo por un breve momento, pero se sentía como una eternidad.
Cuando sus ojos se abrieron de nuevo, el tiempo se ralentizó hasta casi detenerse. El sonido en la habitación había desaparecido por completo, dejando solo un zumbido sordo en sus oídos. Incluso los sonidos de su propia respiración, de su corazón latiendo, se sentían como una vibración lejana en el aire.
Observó cómo el rostro de Ashleigh se contorsionaba en shock y dolor. La expresión torturada fruncía su cara sobre sí misma. Finalmente, su boca se abrió en un aullido silencioso de angustia.
Tragó saliva, viéndola caer de rodillas mientras el dolor la golpeaba con toda su fuerza. Caleb la envolvió con sus brazos, atrayéndola hacia él. Sus labios se movieron contra su cabeza mientras la mecía lentamente.
Por el momento más breve, Axel se preguntó qué palabras de consuelo le ofrecía.
—¿Le estaba diciendo que entendía su dolor? —preguntó Axel.