Recuerdo que cuando llegamos al laboratorio, todo estuvo bien durante cinco segundos. Luego, mi cerebro procesó la imagen que tenía enfrente.
Respiraciones jadeantes, rostros sonrojados y una posición comprometedora entre Fleim y la chica cinfine. Hasta ese punto, recién me di cuenta de que no sabía su nombre.
Mi mente se bloqueó y no sabía qué hacer, estaba en completo shock.
Fleim estaba contra una pared, jadeante y sonrojado, con la ropa desordenada, siendo acorralado por la chica cinfine. Ella también jadeaba, con el rostro encendido, el cabello desordenado y sin alas a la vista. Su posición era comprometedora: Fleim estaba recostado sobre una mesa y ella sobre él, con las piernas entrecruzadas y los rostros peligrosamente cerca.
De pronto se escucharon un par de silbidos, uno a cada lado mío. Eso hizo que las personas frente a nosotros se dieran cuenta de la situación en la que estaban, separándose de inmediato. Fue entonces cuando mi mente se tranquilizó lo suficiente y logré actuar como si nada, agradeciendo mil veces tener un rostro naturalmente inexpresivo.
Di un saludo lo más neutral que pude y procedí a presentar a los gemelos.
—Estos son Ecco y Soun, serán el ingeniero y técnico del grupo.
Luego me dirigí a ellos:
—El pelirrojo es Fleim y la chica, si acepta, será la diseñadora del proyecto.
Al terminar de hablar, se escuchó una voz femenina, nerviosa:
—Encantada de conocerlos… Me llamo Lin. Y sí, acepté ser la diseñadora.
La voz que antes me parecía encantadora y tímida ahora solo me provocaba náuseas. Y justo cuando Fleim comenzaba a saludar animadamente, recibí una llamada en la pulsera holográfica. Tuve que entrar a la sala privada que estaba dentro del laboratorio, la misma que también había estado usando como habitación.
Era uno de mis hermanos mayores. Tuvo la sensación de que algo andaba mal, así que me llamó. No me sorprendería si hubiera implantado un sistema de monitoreo cardíaco en mi brazalete. Solo pude reír entre dientes... y luego mis ojos se llenaron de lágrimas. No podía sacar de mi cabeza la escena que acababa de presenciar.
Y entre lágrimas le dije que estaba bien, que solo estaba demasiado emocionado por el avance del proyecto y que acababa de terminar de establecer el equipo.
—Estás llorando, hermanito —su voz sonaba preocupada y triste—. Sabes que puedes decirme si algo no va bien.
Él sabía que algo andaba mal. Pero solo pude responder:
—Estoy bien, es solo que la emoción me sobrepasó. Gracias por llamar.
—Está bien, hermanito. Cuídate y llama más seguido a casa. Adiós.
Después de esa llamada, le envié un mensaje a Fleim:
"Tuve una llamada familiar. Estaré ocupado por un tiempo. Mañana nos pondremos de acuerdo para el proyecto."
Luego mis lágrimas siguieron cayendo por mi rostro, con una imagen que no lograba borrar de mi mente. Enormes punzadas de dolor emocional atravesaban mis tres corazones.
Me apoyé contra la puerta sellada de la sala y me deslicé hasta el suelo de la habitación.
Lo amaba demasiado... y eso me estaba destruyendo por dentro. Los recuerdos desde que lo conocía, los momentos que pasamos juntos, su sonrisa...
Y la certeza de que todas estas emociones no serían correspondidas.
A medida que pasó el tiempo, poco a poco cesaron mis lágrimas, y aunque el dolor no se detuvo, sí disminuyó lo suficiente como para que pudiera llegar hasta la cama, donde me enrollé entre las mantas.
Me costaba respirar, y sentía una incomodidad constante en todo el cuerpo. El cansancio me aquejaba, y poco a poco fui quedándome dormido.
A la mañana siguiente, la computadora me despertó e indicó que debía revisar las cámaras de seguridad. Aunque no quería hacerlo, tenía que continuar con la revisión diaria del sistema.
Me ardían los ojos y sentía el cuerpo pesado. Mi nariz y mejillas estaban rojas; parecía enfermo, pero no era más que el malestar emocional y las secuelas del día anterior.
Salí de la habitación y fui directo al baño. Al verme en el espejo, me sorprendí: mi rostro estaba horrible. Me dio la impresión de que el espejo se rompería.
Ojos hinchados con ojeras, mejillas y nariz rojas, el cabello más desordenado de lo habitual, con una apariencia sucia y apagada, labios partidos… Me veía miserable.
Y aunque no tenía ganas, decidí bañarme para tranquilizar un poco mi cuerpo.
Terminé quedándome en el estanque durante bastante tiempo, al menos hasta que mis ojos dejaron de estar hinchados y mi piel no pareciera tan muerta. Al salir de la ducha, me observé en el espejo mientras me vestía. Al menos ya no parecía medio muerto.
Solo pude respirar profundamente y salir del baño para comenzar a trabajar.
El eco de mis pasos resonaba en el laboratorio. La única luz provenía de la ventana, denotando lo temprano que aún era. Las luces de las máquinas eran el único indicio de que allí se trabajaba constantemente. La falta de sonido solo aumentaba mi angustia y me inundaba de soledad.
Al llegar a la silla frente a la computadora principal, colgué mi bata de laboratorio en el respaldo, me senté y empecé a reproducir las grabaciones de las cámaras.
Las primeras horas de grabación solo mostraban a alguien —yo— armando archivos, revisando los próximos experimentos y chequeando la estabilidad de los que ya estaban en producción.
Luego aparece Fleim, haciendo escándalo como todos los días al entrar al laboratorio, para después molestarme pidiéndome que fuera a comer.
Durante esas interacciones, llevaba una sonrisa melancólica y unos ojos llorosos en el rostro, tratando de no pensar en nada y centrarme en su voz.
El tira y afloja de la conversación, hasta rendirme, me hizo reír. Finalmente cedí y salimos a comer.
Después de eso, hubo dos horas de un laboratorio vacío… hasta nuestra llegada, seguida de mi salida a buscar al equipo.
Me reí bastante de Fleim durante los siguientes minutos, con su tonto tarareo y su intento fallido de prender la computadora personal mientras refunfuñaba sobre pornografía.
Después se rindió, se sentó en la silla giratoria y empezó a jugar con la pulsera holográfica, girando por el laboratorio hasta marearse.
Mi corazón estaba cautivado. Me reía de lo infantil que se veía actuando así.
Mientras giraba en la silla, la puerta del laboratorio fue tocada. Era Lin. Lucía igual que antes, solo que sus alas estaban ocultas. Cuando Fleim abrió la puerta, ambos se quedaron quietos por unos segundos y luego se saludaron con sonrisas cálidas y amigables.
A pesar de eso, el comportamiento siguiente de Fleim fue bastante formal y profesional, lo cual me pareció extraño por varias razones. Primero, era raro ver esa actitud después de un saludo tan cálido. Segundo, Fleim suele ser demasiado enérgico, confiado y amigable.
Le indicó que se sentara en uno de los sofás de descanso que hay en el laboratorio, para luego dirigirse a mi escritorio y sacar de uno de los cajones uno de los contratos mágicos. Se acercó a Lin y se lo entregó.
Después de sentarse frente a ella, comenzó a explicarle de qué se trataba el contrato. Al terminar la explicación, Lin firmó inmediatamente. El documento se dividió en dos: uno para ella y otro para nosotros. Fue entonces cuando la actitud de ambos cambió, y el ambiente se volvió más relajado y amistoso.
Ambos se animaron y comenzaron a conversar cálidamente. Su energía y alegría me revolvían el estómago. No había ni rastro de la chica tímida que había conocido, y las sonrisas de Fleim me apretaban la garganta.
Antes de que mi mente comenzara a inventar toda una obra dramática, Fleim se puso de pie y se sentó al lado de Lin. Movía los brazos animadamente, y con cada gesto se acercaba más a ella. Entre su entusiasmo y natural cercanía, fue repentino el momento en que tomó sus manos y la ayudó a ponerse de pie.
Pude notar que Fleim era más bajo que Lin. Su entusiasmo en la conversación lo hacía acercarse demasiado. El rostro de Lin estaba intensamente rojo; se veía avergonzada y coqueta. Mi desagrado y náuseas aumentaron. Su timidez provocó torpeza, y como Fleim aún le sostenía las manos, terminó tropezando. Para no caer, le soltó las manos, pero terminó sujetándola de la muñeca. Al enderezarse, apretó por error el brazalete, desactivando el camuflaje y revelando las enormes alas.
Los ojos brillantes y llenos de emoción de Fleim me trajeron una oleada de recuerdos problemáticos. Lin, alarmada, intentó esconder rápidamente las alas, pero Fleim la atacó juguetonamente, intentando verlas de nuevo.
Corrieron por todo el laboratorio. Me sorprendió la agilidad de Lin al intentar zafarse de la persecución, pero no duró mucho. Fleim terminó acorralándola en uno de los mesones pegados a la pared. En un intento por agarrarle la muñeca, saltó sobre ella y ambos terminaron en el mesón. Fleim estaba encima de Lin, sus rostros demasiado cerca.
El pánico de Lin hizo que forcejeara más fuerte, y entre tirones y empujones cambiaron de posición… justo a la que vi cuando abrí la puerta del laboratorio y me quedé inmóvil, observando la situación.
Pausé el video y comencé a respirar temblorosamente. No sabía qué sentir. Aún estaba celoso. Lo cercanos que se veían y lo amigables que actuaban me revolvía el estómago. Pero también me sentía aliviado: lo que sucedió no era lo que había imaginado en un inicio.
Las emociones me inundaban y atormentaban. El alivio mezclado con miedo, celos y desesperación, solo para llegar, finalmente, a un punto de raciocinio.
Fue justo cuando me calmé en mayor medida, y solo quedaban mis ojos llorando de alivio, que la puerta se abrió de golpe. Apareció Fleim, haciendo su escandalosa entrada habitual… solo para detenerse en seco al ver mi cara.
Aún estaba llorando, aunque llevaba una sonrisa melancólica. Su reacción siguiente me sorprendió. De un movimiento rápido, y antes de que pudiera reaccionar, ya estaba frente a mí, tomando mi rostro entre sus manos. Con un tono preocupado, preguntó:
—¿Qué sucedió? ¿Estás bien?
Tomé tiernamente sus manos y le sonreí con dulzura. Mis ojos dejaron de llorar mientras lo miraba. Mi voz sonó tranquila y cariñosa.
—No sucedió nada. Solo revisaba las cámaras y me reí demasiado del escándalo que armaste en el laboratorio mientras no estaba.
Su rostro avergonzado me divirtió demasiado. Estábamos muy cerca, y no pude ocultar la mirada de cariño que le dirigí. Al notar mi expresión, su sonrojo aumentó; no podía distinguir bien dónde terminaba su piel y comenzaba su cabello. Pero no se alejó, y mi sonrisa divertida salió a flote. Fue entonces cuando comenzó a dar excusas por sus acciones del día anterior: que las alas de Lin eran bonitas, que no sabía que ella tenía alas, que quería ver si podía volar…
Entonces le pregunté si la conocía de antes. Su sonrojo y nerviosismo se calmaron un poco, y respondió:
—Sí, es una chica de mi ciudad natal. Sé que tiene un hermano mayor, con quien hablé un par de veces.
Su respuesta me sorprendió. No es común encontrarse con personas que provengan del mismo lugar que uno. Se supone que la elección de las academias es, en gran medida, al azar; algo sobre hacer más contactos y socializar. Es gracioso que eso casi nunca funcione. Tengo dos amigos que terminaron en la misma academia, pero como estudian cosas totalmente diferentes, casi no se ven.
Y yo solo puedo ver a mis amigos en vacaciones.
Aún sostenía sus manos, y mi sonrisa era un poco triste. Él había bajado la cabeza por la vergüenza anterior y seguía tartamudeando, tratando de explicar sus acciones. A medida que se calmaba, se dio cuenta de que solo lo observaba, entretenido por sus nervios. Mi expresión era claramente divertida.
—¿Te estás burlando de mí?
Solo negué con la cabeza, conteniendo la risa.
—Sí te estás burlando de mí —repitió, indignado.
La indignación en su voz me causó mucha gracia, y mi sonrisa se amplió. Se acercó más a mi rostro, tratando de mostrar enojo, inflando las mejillas y frunciendo levemente el ceño.
Se veía tan adorable que no pude evitar el impulso: terminé abrazándolo fuertemente mientras reía. Él se sorprendió y soltó un chillido de indignación, mientras se retorcía un poco para dar la impresión de querer escapar. Solo lo abracé más fuerte durante un rato, hasta que se calmó… o más bien se resignó a que lo abrazara mientras reía.
Cuando por fin me fui calmando lo suficiente como para dejar de reír, aún no lo soltaba. Después de un rato, me preguntó:
—¿Qué te sucede?
Su voz me trajo de nuevo a la realidad. Todavía estaba siendo afectado por todo el mar emocional de tan poco tiempo atrás, y el alivio que sentí al ver sus reacciones familiares me había inundado.
Lo sentí moverse de nuevo. Levantó el rostro para mirar sobre mi hombro.
—¿Qué te sucede? —volvió a preguntar.
Solté el abrazo, pero aún estábamos muy cerca. Su mirada de preocupación me angustiaba, así que terminé acariciando su mejilla y le sonreí con ternura para tranquilizarlo, mientras decía:
—Estoy bien. Solo desperté de un humor extraño, aunque verte me alegró el día.
Al terminar de hablar, me alejé, soltando su mejilla. Luego tomé la bata de laboratorio del respaldo de la silla, junto con las tarjetas de acceso, y salí del laboratorio. Me detuve solo para respirar profundamente y calmar mis corazones. Fue entonces cuando me di cuenta de que Fleim no me seguía, así que alcé un poco la voz, llamándolo:
—¿Vas a acompañarme a comer?
—¡Sí, ya voy!
Su voz sonó fuerte, pero nerviosa. Salió del laboratorio rápidamente para seguirme. Noté su rostro rojo, oculto entre su cabello. Pasó a mi lado para caminar delante de mí.
Solo pude sonreír mientras lo seguía, y así fue el resto del día.
Al final, habíamos acordado que la reunión con el equipo sería en quince días, para que cada uno pudiera despejar su horario.
“Recuerdo que sonreí como un tonto durante bastante tiempo después. Recordarlo ahora solo me trae emociones conflictivas.
Pensé que moriría por la montaña rusa emocional que sufrí —y sufriría— desde entonces. También está el hecho de que mi relación con Lin nunca fue muy buena.”