-Ya veo... Bueno, mi nombre es Maní, un placer.
(Dijo el hombre con una sonrisa mientras extendía la mano a Morgan)
Morgan tomó la mano de Maní y se puso de pie.
-Perdón por haber reaccionado así hace un momento... Es que vi lo que le hiciste a él. Pero ahora que te veo bien... luces totalmente diferente en comparación a hace un rato.
(Dijo Maní revisando a Morgan de pies a cabeza)
-¿Diferente?
(Dijo Morgan confundido)
-¡Ah, sí! Tenías un aguijón en la cola, una especie de pelaje... y esas alas extrañas.
(Dijo Maní impresionado)
Morgan quedó perplejo. No recordaba nada de eso... pero en el fondo sabía que algo había hecho.
-Por cierto... ¿qué pasó con las personas que estaban ahí? Traje al señor hasta aquí porque venía en busca de una mujer... ¿Qué fue de ella?
(Dijo Maní con un tono preocupado)
-No te preocupes, están bien. Dijeron que se irían muy lejos de aquí.
(Dijo Morgan con una sonrisa)
-¿De verdad...? ¿Los estabas protegiendo?
(Dijo Maní sorprendido)
-A-ah... supongo...
(Dijo Morgan algo nervioso)
-¡Wow! Nunca había visto a un zorath como tú...
(Dijo maní impresionado)
-¡No soy un zorath!
(Dijo Morgan algo ofendido)
-¡Imposible! Tienes que ser uno.
(Dijo maní impresionado)
-Si fuera uno de ellos... entonces, ¿por qué pudiste pronunciar mi nombre?
Maní se quedó pensativo con una expresión algo graciosa.
-¡Joder, es cierto! ¡Pude decir tu nombre!
(Dijo Maní muy impresionado)
-Pero... pero si no eres un zorath, entonces... ¿qué eres? ¿Qué clase de criatura eres?
(Dijo Maní mientras inspeccionaba a Morgan detenidamente)
Morgan hizo una pose heroica, levantando su dedo al cielo con orgullo.
-Uhum... ¡Yo soy Morgan, el ajolote!
(Dijo Morgan con orgullo)
En ese instante, su cuerpo comenzó a brillar. Su ropa cayó al suelo y volvió a su forma original.
-¡Ahhh! ¿Qué está sucediendo?
(Dijo Maní asustado e impresionado)
-¡Jajaja! ¡Lo logré! ¡Volví a mi forma original! Ahora no se podrá burlar de mí...
(Dijo Morgan muy orgulloso)
Maní se acercó para verlo más de cerca.
-¡Increíble! ¿Esto es lo que querías hacer hace un rato?
(Dijo Maní impresionado)
-Impresionante, ¿verdad?
(Pensó Morgan con arrogancia)
Pero su orgullo no duró mucho... La realidad golpeó su mente como una roca.
-¿Eres un pez...? Pero... ¿los peces no necesitan agua?
(Dijo Maní confundido)
-¡Ah, es verdad!
(Dijo Morgan asustado)
Morgan empezó a saltar frenéticamente.
-¡Agua, agua, agua!
(Gritaba desesperado)
Pero Maní solo lo veía, sin entender nada.
-Ah... ¿estás bailando?
-¡Me muero! ¡Me muero, ¡Humano! ¡Humano! ¡Humano!.
(Pensó Morgan con desesperación)
El cuerpo de Morgan volvió a brillar, regresando a su forma humanoide. Cayó al suelo jadeando, recuperando el aliento.
-Ah... pensé que moriría...
(Dijo Morgan con miedo)
-¡Oh, oh! ¡Ahhh! ¡Eso fue jodidamente increíble! ¡Nunca había visto algo así!
(Dijo Maní muy feliz y emocionado)
-Me alegra que mi casi muerte te haya entretenido...
(Dijo Morgan con sarcasmo mientras se vestía nuevamente)
-Perdón, perdón... Bueno, entonces... ¿qué harás ahora? ¿Tienes algún lugar a dónde ir?
(Dijo Maní amigablemente)
-Ah... No lo había pensado... De hecho, ni siquiera sé dónde estoy...
(Dijo Morgan algo avergonzado)
Maní se quedó pensando por un momento.
-Bueno... En tu situación, creo que lo mejor sería ir a Fallen Crown, la capital de todos los reinos. Es donde conviven las demás razas de los zorath.
(Dijo Maní con un tono más serio)
-¿Y está muy lejos de aquí?
(Dijo Morgan pensativo)
-Un poco... Son tres días en carruaje. Yo tengo que regresar a Nytrhindor para informar lo que pasó con el señor. Si no lo hago... podrían hacerle algo a mi esposa... Perdón...
(Dijo Maní con tristeza)
-No te preocupes... Lo entiendo.
(Dijo Morgan amablemente)
-No revelaré tu nombre... y tampoco tengo que dar una descripción muy específica. Puedo decir que eras esa criatura con aguijón y alas raras.
(Dijo Maní con una sonrisa)
-Gracias... Eso me ayuda mucho.
(Dijo Morgan con una sonrisa)
-¡Oh, ya sé! Nytrhindor está en la misma dirección que Fallen Crown. Si quieres... puedo llevarte lo más cerca que pueda.
(Dijo Maní con una sonrisa)
-¿En serio? ¡Gracias!
(Dijo Morgan muy feliz)
-Bien... Entonces vámonos.
(Dijo Maní con entusiasmo)
Maní se subió al carruaje y tomó las riendas de los caballos. Morgan se sentó a su lado.
-¡En marcha!
(Dijo Maní emocionado)
El carruaje empezó a moverse, iniciando así el viaje hacia Fallen Crown. Durante el camino, ambos hablaron como si se conocieran desde hace años. Maní le contó sobre su esposa, cómo habían sido separados y que solo podía verla una vez al año con la promesa de que, si trabajaba duro, algún día vivirían juntos.
-Y dime, ¿cuál es tu propósito, Morgan? ¿Puedo llamarte por tu nombre, verdad?
(Dijo Maní amigablemente)
-Sí... Claro... Y mi propósito...
(Dijo Morgan confundido)
-Bueno, el mío es trabajar duro para vivir en una casa en el bosque junto a mi esposa y mi hijo. Trabajo todos los días soportando lo que me hacen esos malditos... pero lo hago por ellos.
(Dijo Maní con una gran sonrisa)
-Si no tienes un propósito ahora... no te preocupes, amigo. Estoy seguro de que algún día lo encontrarás.
(Dijo Maní mientras le daba una palmada en el hombro)
Morgan sonrió.
-Eso espero...
(Dijo Morgan con sinceridad)
Después de varias horas, el sol comenzaba a ocultarse.
-Pronto veremos un camino que se divide en dos... Tú seguirás el camino recto. Si caminas, deberías llegar a Fallen Crown en unos dos días.
(Dijo Maní alegremente)
-Es una pena... Me hubiera gustado conocer a tu esposa. Seguro es una gran mujer.
(Dijo Morgan con una sonrisa)
-Lo es, amigo... lo es. Ella tiene un largo cabello color menta y sus ojos son como dos hermosos rubíes... Además, se ve adorable con su estómago de embarazada. Es muy divertida... Para mí, simplemente es la mujer perfecta.
(Dijo Maní con un brillo cálido en los ojos)
-Vaya... Sí que la amas, ¿verdad?
(Dijo Morgan feliz por él)
-Como a nada en este mundo... Y pronto vendrá mi hijo o hija... No sé qué vaya a ser, pero ya lo espero con ansias. Seguro que será la cosa más bella del mundo... Pero me da un poco de miedo no estar a la altura.
- no te preocupes maní serás un buen padre te lo aseguro.
( Dijo Morgan con una enorme sonrisa levantando su pulgar )
- eso espero amigó mío... eso espero.
( Dijo maní mientras suspiraba y veía al cielo )
Finalmente después de un rato ambos, llegaron a la bifurcación donde sus caminos se separaban.
-Bien... Aquí es donde nos separamos. Solo sigue ese camino recto. Cuando veas el castillo flotante, habrás llegado.
( Dijo maní amablemente )
-Gracias por haberme traído hasta aquí, Maní. Espero que nos volvamos a encontrar y esta vez me presentes a tu esposa y a tu hijo.
(Dijo Morgan con una gran sonrisa.)
Morgan saltó de la carroza y se dispuso a continuar su camino, pero Maní lo detuvo con un gesto firme.
-Espera... Déjame darte algo.
(Dijo Maní mientras bajaba de la carroza.)
El hombre deslizó un anillo de su dedo: una joya plateada con un rubí tallado en forma de medio corazón incrustado en el centro. Luego, tomó la mano de Morgan y lo depositó en su palma con cuidado.
-Toma. Es mi anillo de compromiso. Mi esposa tiene uno igual; ella lleva la otra mitad del rubí en el suyo. No es mucho, pero si te sirve de algo... Úsalo, véndelo... o lo que sea.
Morgan observó el anillo con asombro. Era algo demasiado valioso, demasiado significativo. Intentó devolvérselo, casi indignado.
-¡No! ¿Cómo puedes decir eso? No puedo aceptar algo tan importante.
(Dijo Morgan, visiblemente apenado.)
Maní sonrió con serenidad, una expresión de genuino afecto.
-Tómalo, por favor. Incluso si no lo usas, cuídalo hasta que nos volvamos a ver. Considéralo una promesa.
(Dijo Maní con una sonrisa cálida.)
Morgan, con un nudo en la garganta, apretó el anillo en su puño.
-Te prometo que te lo devolveré.
(Dijo con total seguridad.)
Maní asintió, satisfecho.
-Bien... Así está bien.
(Respondió Maní con orgullo.)
-Bueno, es hora de irme.
(Dijo Morgan, con una determinación renovada.)
-Sí... Suerte, amigo mío. Solo prométeme una cosa más.
(Dijo Maní, su expresión ahora más seria.)
Morgan se detuvo y lo miró con curiosidad.
-¿Sí...?
(Respondió Morgan con expectación.)
Maní respiró hondo, como si cada palabra que iba a pronunciar le pesara en el alma.
-Este mundo es un lugar horrible, Morgan. Los seres que conocerás son verdaderos monstruos... Prométeme que no te volverás como ellos. Prométeme que no serás igual a ellos.
(Dijo con preocupación y un atisbo de dolor en su voz.)
Morgan sonrió, con la confianza de quien no conoce el horror verdadero.
-No te preocupes. No sé qué es lo que me voy a encontrar allá, pero te prometo que nunca dejaré de ser quien soy.
Maní exhaló con alivio.
-Bien... Me marcho.
(Dijo Morgan con una leve sonrisa.)
-Que te vaya bien, Morgan... el Ajolote.
(Dijo Maní, devolviéndole la sonrisa.)
Morgan siguió su camino mientras Maní subía nuevamente a la carroza y tomaba la desviación que los separaría para siempre. Antes de adentrarse en el bosque, Morgan giró la cabeza y vio a Maní a lo lejos, despidiéndose con la mano. Él hizo lo mismo hasta que finalmente desapareció entre los árboles.
Morgan camino y camino hasta que La noche cayó rápidamente, envolviendo el bosque en un manto de sombras. Cansado, Morgan se acercó a un río cristalino y bebió un poco de agua. Al inclinarse, su reflejo le devolvió la mirada: sus branquias, sus ojos, su cabello... su rostro.
-Ahhh... Me pregunto qué diría mi madre si viera mi nuevo aspecto.
(Murmuró con melancolía.)
Morgan Suspiró y cerró los ojos.
-Bueno... creo que es hora de descansar.
Concentró su mente en la imagen de un ajolote. Poco a poco, su cuerpo comenzó a brillar. Su ropa cayó sobre la hierba húmeda y, en cuestión de segundos, su forma humana desapareció, dejándolo convertido en un pequeño ajolote que cayó al agua con suavidad.
-Bueno, parece que funcionó.
(Pensó para sí mismo mientras nadaba entre las plantas marinas.)
Buscó un pequeño lecho de algas y se recostó, dejando que el cansancio lo envolviera. Sus ojos se cerraron lentamente... Hasta que un olor metálico y punzante perforó sus sentidos.
El hedor era tan fuerte que lo despertó de inmediato. Su instinto gritaba peligro.
El agua a su alrededor comenzó a oscurecerse. No podía distinguir bien el color en la penumbra, pero sabía que algo no estaba bien. Rápidamente ascendió a la superficie y retomó su forma humanoide, vistiéndose apresuradamente.
Comenzó a seguir el río, moviéndose con cautela en dirección a la fuente de aquel hedor nauseabundo. Caminó por un largo tramo hasta que, finalmente, lo vio.
Algo flotaba en el agua, hundido en el fondo. La oscuridad no le permitía verlo con claridad.
Alzó la vista. A lo lejos, una pequeña cabaña se alzaba a la orilla del río. Junto a ella, tres estructuras mucho más grandes, hechas de madera rojiza. Parecían establos.
Un mal presentimiento se apoderó de él.
Al acercarse, el olor putrefacto se hizo insoportable. Era como si la muerte misma hubiera impregnado el aire.
Se detuvo frente a uno de los establos. El aire estaba caliente y pesado, como si algo dentro fermentara en la oscuridad. Su corazón martilleaba su pecho, una parte de él gritaba que no abriera la puerta… pero lo hizo.
Y entonces, el infierno se desplegó ante sus ojos.
Cuerpos.
Decenas de cuerpos humanos colgaban del techo con ganchos oxidados perforando su carne. Algunos estaban abiertos en canal, sus órganos expuestos, goteando un líquido oscuro y espeso que caía en cubetas de madera. Otros habían sido desmembrados, sus miembros arrojados al suelo como desperdicios.
El sonido de la carne descomponiéndose llenaba el aire con un ruido húmedo y nauseabundo. Moscas revoloteaban sobre los cadáveres hinchados, sus ojos desorbitados reflejaban el horror de su último momento.
Hombres. Mujeres. Niños.
Algunos cuerpos aún tenían el rostro reconocible, con ojos abiertos en una expresión de terror eterno. Otros… solo eran amasijos de carne irreconocibles.
Morgan sintió cómo el mundo se tambaleaba a su alrededor. Sus piernas temblaron, su estómago se revolvió con furia y, sin poder contenerse, vomitó violentamente en el suelo.
El sudor frío recorría su espalda. Sus manos se aferraron a su pecho, tratando de controlar su respiración, pero era imposible. Su corazón latía desenfrenado, su mente entró en pánico.
Y entonces, una voz masculina, profunda y elegante, rompió el silencio.
-Perdone… ¿quién es usted y qué hace en mi establo?
El tono era tranquilo, casi educado, como si nada de lo que ocurría ahí dentro fuera algo fuera de lo común.
Morgan giró la cabeza con el terror grabado en el rostro.
Un hombre alto y delgado, vestido con un traje rojo y blanco impecable, lo observaba con una leve sonrisa. Su cabello largo y negro caía sobre sus hombros, y sus ojos rojizos brillaban con un destello afilado. Su piel era pálida, casi translúcida bajo la luz de la luna.
-¿Está bien, amigo? ¿Se ha perdido?
(Dijo el hombre, inclinando ligeramente la cabeza con una expresión de sincera curiosidad.)
Morgan intentó responder, pero su voz se negó a salir. Solo pudo balbucear, el terror le apretaba la garganta como una garra de hierro.
El hombre dio un paso adelante, su presencia se volvió más imponente.
-Wow, wow… amigo, pareces bastante asustado.
(Dijo con una risa suave, como si la situación le resultara divertida.)
Morgan finalmente logró articular unas palabras entre jadeos.
-¿Q-q-qué es esto…? ¿Q-qué demonios es este lugar…?
El hombre arqueó una ceja, genuinamente confundido, y luego sonrió con amabilidad.
-¿A qué se refiere, estimado caballero? Esto, claramente, es un establo. Aquí se corta y separa la carne… de los animales.
Morgan sintió que su piel se erizaba.
Ese tono.
Esa tranquilidad.
Como si hablara de algo tan cotidiano como preparar el desayuno.
Entonces, un reflejo brillante en la oscuridad llamó su atención.
Alzó la vista…
Y la vio.
Su cuerpo colgaba de un gancho metálico clavado en su espalda. Su cabello largo y color menta caía sobre su rostro pálido. Sus cuencas estaban vacías, los ojos habían sido arrancados. La piel de su estómago estaba perforada por un enorme agujero que la atravesaba de lado a lado.
Pero lo que congeló la sangre de Morgan fue su mano.
En su dedo aún estaba el anillo.
Un anillo plateado… con un rubí en forma de medio corazón.
La memoria golpeó su mente con una brutalidad aplastante.
"Mi esposa tiene el otro anillo. Tiene unos ojos muy hermosos, como dos rubíes… y un cabello largo de color menta."
Un eco del pasado resonó en su cabeza:
"Está embarazada… estamos esperando un hijo."
El horror se convirtió en algo más profundo. Algo peor.
El hombre de rojo notó su reacción y sonrió con suavidad.
-Oh… ¿acaso le interesa esta pieza, caballero? Qué lástima, ya no quedan partes buenas que puedan servir.
Morgan sintió su cuerpo entumecerse. Su visión se nubló. Sus oídos zumbaban.
Pero el hombre no había terminado.
De repente, desplegó un par de alas negras de su espalda, batiéndolas con elegancia. Se alzó en el aire y, con un simple movimiento, arrancó el cadáver de la mujer del gancho.
Su cuerpo cayó al suelo con un sonido sordo y húmedo. Como un saco de carne.
Morgan sintió ganas de gritar, pero no tenía aliento.
El hombre aterrizó suavemente al lado del cuerpo y, con un movimiento casual, levantó una de sus manos.
Y entonces, con una fuerza brutal, hundió su brazo en el pecho de la mujer.
El sonido de la carne desgarrándose y los huesos Quebrandose resonó como un eco macabro en la oscuridad.
Un segundo después, el hombre extrajo algo brillante y rojo.
El corazón aún chorreaba sangre fresca.
El hombre lo observó con curiosidad, como si estuviera evaluando la calidad de una fruta en un mercado. Luego, con una sonrisa amable, extendió la mano hacia Morgan.
-Puede que no sea suficiente, pero si sabe cocinar bien, esto le aseguro que será exquisito. Además, le ayudará a mantener su piel más sana.
Le guiñó un ojo con complicidad y amabilidad.
Morgan no pudo más.
Sus piernas flaquearon. Sus manos temblaron descontroladamente. Su estómago se contrajo con tanta fuerza que apenas podía respirar.
Un grito desgarrador explotó desde lo más profundo de su ser, reverberando en la noche como un lamento infernal.
Uno que nunca olvidaría.
Ni él…
Ni aquel monstruo de sonrisa amable.
Fin del capítulo.
Próximo capítulo: Solo son animales.