El grito de Morgan fue un desgarrador y aterrador alarido, como si su alma misma estuviera siendo desgarrada. Ese grito sacudió al Zorath, quien dio un pequeño salto de impresión. Morgan salió del establo a toda prisa, pero sus piernas flaquearon y, al intentar correr, se desplomó al suelo. Trató de levantarse, pero otra vez cayó. El hombre de vestimenta elegante y piel pálida emergió del establo y comenzó a caminar hacia él. Morgan, paralizado, solo pudo retroceder, arrastrándose con desesperación.
-¿Está bien, caballero? ¿Qué le sucede? ¿Qué lo hizo reaccionar así?
(preguntó el Zorath con esa dulce amabilidad )
Morgan no podía creer cómo ese ser, que había arrancado el corazón de alguien de forma tan brutal, podía hablarle con tal amabilidad. Se quedó allí, inmóvil, con la cabeza baja, mientras el Zorath se acercaba con calma. Finalmente, el silencio se rompió con una pregunta que heló el aire.
-¿Por qué?
(Dijo Morgan con una voz quebrada )
El Zorath frunció el ceño, confundido ante la pregunta. No entendía lo que el joven de cabello rosado le estaba preguntando.
-¿Por qué? ¿A qué se refiere, caballero?
(respondió el zorath ahora visiblemente desconcertado )
-¿Por qué les hiciste eso?
(preguntó Morgan entre sollozos, con la voz rota por el dolor)
-Caballero, perdóneme, pero no entiendo...
(dijo el Zorath, realmente confundido)
El Zorath no comprendía la reacción del joven. Lo veía afectado, pero no sabía por qué. Morgan levantó la mano temblorosa y apuntó hacia el establo con un dedo, su voz quebrada resonando en el aire.
-¿Qué hicieron ellos para merecer eso? Respóndeme.
( Dijo morgan entre murmuros )
El Zorath se giró, siguiendo la dirección en la que Morgan apuntaba, y vio los cuerpos en el interior del establo.
-Caballero, le repito, no entiendo a qué se refiere. ¿Habla de esos animales? Pues simplemente hicimos lo que cualquier ser haría con ellos. Cortamos, separamos y luego exportamos. Tal vez usted también haya hecho lo mismo alguna vez, cuando come carne de algún animal, le quita la piel, los órganos, para cocinarla después.
-¿Animales? ¿ Ellos te parecen animales?
(preguntó Morgan, con la voz rota, temblorosa de rabia).
El Zorath soltó una carcajada suave, casi burlona.
—¿Qué más podrían ser? Sus vidas son tan diminutas e insignificantes que deberían agradecer que las usamos para algo.
(dijo el zorath con un asqueroso orgullo)
-Gracias a nosotros, sus vidas tienen un propósito, un significado, más allá de ser solo insectos que se arrastran por el suelo.
Morgan quedó petrificado ante tal nivel de maldad, incapaz de comprenderlo. Pero el Zorath, como si nada, continuó hablando, satisfecho.
-Ahh, me está entrando un poco de sed. Creo que beberé algo.
Mientras Morgan permanecía de rodillas, paralizado, con el rostro vacío y perdido, el Zorath comenzó a caminar con elegancia hacia otro establo. Abrió la puerta con una gracia casi sobrenatural.
Dentro, hombres y mujeres aún vivos estaban en condiciones deplorables. Los gritos de terror de los prisioneros llenaron el aire cuando el Zorath entró, su mirada llena de malicia mientras examinaba a cada uno de ellos. Sin embargo, su atención se centró en una mujer en un rincón del establo, protegiendo a dos niños pequeños. La mujer intentaba ocultarlos de la mirada del Zorath, pero él, al percatarse, se acercó lentamente hacia ella. A diferencia de los demás, ella no lo miraba con terror, sino con una calma desafiante, sin duda ni miedo, solo seguridad y valentía.
El Zorath se acercó hasta estar frente a ella, sus ojos brillando con una maldad palpable. La mujer extendió los brazos, protegiendo a los niños, mientras el Zorath sonreía.
-Me gustas. Me gustas mucho. Creo que tú vendrás conmigo.
La mujer respiró profundamente, aceptando su destino, pero sin titubear.
-Si vas a llevar a alguien, llévame a mí. No te llevarás a ninguno de ellos.
El Zorath, algo sorprendido por la valentía de la mujer, sonrió con satisfacción.
-Qué interesante... me agradas.
( Dijo el zorath con esa sonrisa llena de malicia )
Dicho esto, el Zorath se dio la vuelta para seguir su camino, pero luego giró su cabeza para mirar a los niños una vez mas. El más pequeño, aterrorizado, temblaba tanto que mojaba su ropa. El Zorath, al ver esto, sonrió grotescamente.
-He cambiado de opinión.
La mujer se volvió hacia los niños, pero antes de que pudiera reaccionar, el Zorath la golpeó con una cachetada que la lanzó al suelo. Luego, agarró al niño más pequeño por el cabello y, al intentar la niña evitarlo, le dio otra cachetada brutal que la derribó. El Zorath comenzó a arrastrar al niño, que gritaba y lloraba desconsolado.
El Zorath sacó al niño del establo con facilidad, como si no pesara nada, y lo levantó. La mujer intentó levantarse, pero el golpe la había dejado débil. Cuando el Zorath miró al niño, este no dejaba de llorar, aterrorizado. El Zorath sonrió, una sonrisa tan fría y amable que helaría la sangre de cualquiera. La mujer, arrastrándose, levantó la cabeza.
Y entonces, en un acto brutal, el Zorath mordió el cuello del niño, desgarrando la carne con una violencia salvaje. Los gritos de dolor del niño se transformaron en un lamento horrible indescriptible.
-Ahhh... debo admitir que esa mujer seguramente sabía deliciosa, pero esto... esto es insuperable. La sangre sabe mucho mejor cuando el miedo está presente. Es un placer indescriptible... tan adictivo simplemente no puedo parar.
(dijo el zorath extasiado ).
La mujer, antes desafiante, ahora solo veía con desesperación y horror. El Zorath no prestaba atención a su sufrimiento, continuaba devorando el cuello del niño. En ese momento, Morgan, completamente destrozado, no pudo procesar lo que veía. Se arrodilló, abrazando sus rodillas, cubriéndose los oídos para no escuchar los desgarradores gritos.
El tiempo parecía detenerse, hasta que finalmente, los gritos cesaron. El niño había muerto, su cuello destrozado, dejando solo las vértebras expuestas.
El Zorath, eufórico, comenzó a girar en círculos, sosteniendo el cuerpo sin vida del niño en brazos, disfrutando cada segundo de su placer. Finalmente, dejó caer el cuerpo y se centró en la niña, la última sobreviviente.
Morgan, aún paralizado por el terror, no podía moverse, no podía gritar. Su mente estaba atrapada en la oscuridad, deseando hacer algo, pero completamente impotente ante tal monstruosidad.
-Quiero ayudar, quiero hacer algo... ¡detente, por favor! ¡Ya basta!
(gritaba en su mente, llorando en su interior)
Pero en medio de su desesperación, unos pasos llegaron hasta él, resonando con eco en su mente. Morgan levantó la mirada y vio a un joven con cabello largo, negro con azul espectral y brillante, piel morena, y ropas similares a las de los dioses que había visto antes de reencarnar. Este joven se acercó a él, sus ojos, de un azul fulgurante incluso sus pestañas y cejas tenían este color,Pero sus ojos estában llenos de ira.
-Si tú no vas a hacer un carajo, entonces yo lo haré, patético.
( Dijo el ente con rabia )
El joven se comenzó a alejar pero volteo la cabeza para ver a Morgan una vez en ese estado patético, al verlo solo pudo chasquear los dientes y siguió su camino, desapareciendo en la oscuridad.
El Zorath, inmerso en su éxtasis, levantó a la niña, ya completamente desbordado por el placer.
-¡Más! ¡Necesito más!
La mujer, quebrada, le suplicaba que se detuviera, pero el Zorath, sin piedad, le pisó la cabeza y la frotó en la tierra, en un acto de completa deshumanización. Cuando se disponía a devorar el cuello de la niña, miró a Morgan y le gritó, con una sonrisa venenosa.
-Vamos, caballero. Usted también debería...
pero no pudo terminar la frase.
Un golpe brutal lo impactó a tal velocidad que lo estrelló contra un árbol con una fuerza devastadora. La mujer, sorprendida, miró hacia donde antes estaba el Zorath, y vio a un joven con cabello rosado, su armadura insectoide cubriéndolo, antenas que caían hacia abajo, y con espinas emergiendo de sus manos.
-Espero que también te haya gustado, pedazo de mierda.
Morgan, ahora completamente transformado, tenía una voz más grave, llena de autoridad. Su mirada era fría, implacable, llena de superioridad.
-Aztlan, representación número 1200, rama insectoide, espécimen número 688303, autarca de la lanza esmeralda, Rivacindela hudsoni.
Fin del capítulo.
Próximo capítulo: Dos en uno.