Tan pronto como la luz desapareció, el Zorath comenzó a mirar en todas direcciones, visiblemente inquieto.
Morgan no estaba por ningún lado… pero entonces, un sonido interrumpió el silencio: una respiración agitada, irregular, casi enfermiza, empezó a llamar su atención.
El sonido... parecía venir de arriba.
Con un estremecimiento recorriéndole la espalda, el Zorath levantó lentamente la cabeza.
Y entonces lo vio.
En la parte más alta de la prisión que él mismo había construido... "Morgan" colgaba boca abajo, suspendido únicamente por sus piernas, como un murciélago acechando a su presa.
Un par de alas gigantescas, negras como el vacío, lo envolvían por completo.
Pero eso no fue lo que le provocó el escalofrío.
No...
Lo que lo paralizó fue la mirada.
Morgan lo observaba fijamente, con la cabeza girada en un ángulo imposible, grotesco, antinatural... como si su cuello se hubiera roto y aún así pudiera moverse. Y todo mientras mantenía esos ojos rosados brillantes puestos sobre el.
El Zorath se quedó inmóvil durante unos segundos.
Era como si la propia sombra lo hubiese juzgado.
Pero reaccionó.
Tan rápido como pudo, hizo emerger espinas del techo de su edificación.
Una lluvia de muerte descendió sobre Morgan.
Pero Morgan se movió incluso más rápido.
Fue un susurro en el aire.
Apenas el sonido de los músculos tensándose bastó para que se soltara de su prisión y cayera en picada a toda velocidad, sin siquiera extender las alas.
El Zorath, desesperado, hizo surgir espinas por doquier, saturando el espacio.
Pero entonces, las alas negras se desplegaron con un rugido silente.
Morgan comenzó volar dentro de esta edificación mortal.
Y lo hacía como si el aire le perteneciera.
Esquivaba cada ataque con precisión quirúrgica, deslizándose como una sombra entre las cuchillas de muerte.
El Zorath no lo sabía...
pero ahora Morgan podía "ver" sin necesidad de sus ojos.
Cada vibración, cada eco rebotando en las paredes del cubo, formaba una imagen en su mente.
Su oído le dibujaba el mundo.
Dentro de ese sarcófago de oscuridad, Morgan era omnipresente.
Era la oscuridad Era la noche.
El Zorath se veía superado, cada vez más desesperado.
Ninguno de sus ataques alcanzaba a Morgan.
Ni uno solo.
La oscuridad, antes su aliada, ahora parecía haberse convertido en su enemiga.
Morgan danzaba en ella como si fuera su hogar.
-Detente... detente... ¡detente!
(Dijo el Zorath en voz baja, temblando de furia.)
Pero Morgan no atacaba.
No respondía.
Solo lo observaba.
Solo lo estudiaba.
Una duda empezó a sembrarse en la mente del Zorath si el ahora se había vuelto tan rápido y ahora parecía poder ver en esta oscuridad tan profunda ¿por qué no lo atacaba?…
En su mente paso vaga y velozmente una respuesta que hizo que una furia jamás antes sentida se apoderara de el.
-¿Él está… jugando conmigo?
(Susurró, con voz entrecortada, casi como si le doliera decirlo.)
Y la respuesta fue un rugido de rabia.
Un grito tan ensordecedor que hizo temblar toda la estructura.
El Zorath se arañó la cabeza con furia, arrancándose mechones de cabello, desgarrando su piel, sangrando.
Balbuceaba incoherencias.
Gritaba como un demente.
Y entonces… estalló.
De las seis caras de su prisión, hizo emerger horrores:
Espinas infinitas, cuerpos esqueléticos teñidos de rojo apilandose unos con otros, lanzas, manos alargadas, rostros gritando con una expresión atemorizante tallados en ellos, todas estas formas apuntando hacía Morgan.
El cielo se cerró sobre él.
El aire se volvió un infierno de muerte.
-¡MUERE!
(Gritó el Zorath, consumido por la desesperación.)
El alarido fue tan agudo, tan penetrante, que Morgan tuvo que cubrirse las orejas.
El sonido lo lastimaba.
Cuando al fin abrió los ojos, lo vio:
Miles de formas venían hacia él, no había espacio para esquivarlas.
Pero Morgan no se inmutó. Tomó aire, inflando el pecho… y luego dejó salir un susurro. Uno tan leve que apenas era audible.
Y entonces... el infierno se desató.
Una onda sonora imposible estalló desde su garganta, destruyendo por completo el ataque del Zorath. Cada forma, cada lanza, cada cuerpo... se desintegró.
El sonido, atrapado dentro de aquel cubo, se amplificó. Más fuerte. Más intenso. Una sinfonía de destrucción.
El Zorath, que ya había sido alcanzado por sus propios ataques, quedó suspendido en el aire, con los ojos en blanco, sangrando por la nariz y los oídos, paralizado por el impacto.
Finalmente, la estructura no aguantó más. La cárcel se derrumbó. El cuerpo del Zorath cayó al suelo, retorciéndose en espasmos. "Morgan" descendió lentamente, posándose frente a su enemigo derrotado y pensó:
-...Voy a terminar esto. Si aumento la potencia de mi voz, ni siquiera él podría sobrevivir a eso.
Pero entonces… se detuvo algo dentro de el lo detuvo Dentro de su mente dentro de la mente de Morgan, alguien había detenido al ente que había tomado posesión del cuerpo de Morgan.
Aquel ente que había tomado su cuerpo había sido detenido por nada más y nada menos que por el mismo Morgan, qué con dificultad se puso de pie detrás de el, tomándolo del hombro.
-Oye... ¿qué crees que haces?
(Dijo el ente, con voz fría.)
-No lo hagas.
(Dijo Morgan, débil pero firme.)
El ente le quitó la mano de un empujón.
-Te lo preguntaré una vez más... ¿qué crees que haces?
-¡No voy a dejar que lo mates!
(Dijo Morgan, jadeando.)
-¿Estás bromeando?
(Dijo el ente, soltando una risa oscura.)
Ambos se miraron fijamente.
-Qué tontería…
(Murmuró el ente, dándole la espalda.)
-¡¿Qué haces?!
(Gritó Morgan.)
-¿No es obvio? Voy a terminar lo que empecé.
(Dijo el ente, molesto.)
El ente que se había dispuesto a acabar con la vida de zorath fue interrumpido una vez por Morgan quién se abalanzó sobre y así El forcejeo por el control del cuerpo comenzó.
-¡Maldita sea! ¿Qué demonios te pasa?
(Gritó el ente.)
-¡Te dije que no voy a dejar que lo mates!
(Dijo Morgan mientras forcejeaba con el ente)
-¿¡Lo viste!? ¡Ambos lo vimos! ¡Lo que les hizo a esas personas! ¿Y aún así me pides que no lo mate? ¡¿Qué mierda pasa por tu cabeza!?
(Dijo el ente lleno de irá)
-No lo sé... ¡no lo sé!
Pero... no voy a dejarte.
Este es mi cuerpo.
¡Es mío!
Pude soportar el dolor… pude permitirlo porque era lo único que podía hacer en ese momento… ¡pero matar a alguien... jamás!
Jamás voy a dejar que uses mi cuerpo para matar a alguien.
(Dijo Morgan, entre lágrimas.)
El ente lo empujó violentamente.
-¡Él merece morir!
¡Todas esas personas merecen justicia!
¡Él debe pagar!
¡Solo así descansarán en paz!
(Grito el ente furioso)
-¡Eso no sería justicia… sería venganza!
(Grito Morgan)
-¡Ah, por favor!
¡No me vengas con esa mierda moralista!
¿Te parece justo que alguien como él decida sobre la vida de otros?
¿Que juegue con ellas como si fueran juguetes?
-...No.
(Dijo Morgan aparentando sus dientes en voz baja)
-¡¿NO QUÉ?!
(Grito el ente con todas sus fuerzas)
-¡Dije que no!
¡Nadie debería tener ese derecho!
Ni tú...
Ni yo...
¡Ni él!
¡Nadie debería decidir si alguien vive o muere!
(Dijo Morgan con voz rota.)
-Él debe pagar… pero no así.
¡No voy a dejarte decidir eso!
Justicia…no venganza.
(Concluyó Morgan, con firmeza.)
El ente lo miró…
Y soltó una carcajada.
-¿Moral? ¿En un Lugar como esté?
Jajajaja…
Esa moral un día te traicionará.
Te arrastrará al abismo.
Y cuando estés ahí, suplicando…
Te arrepentirás de no haber hecho lo necesario.
Ese día…
me suplicarás para que termine el trabajo que no pudiste hacer y ahí es cuando te darás cuenta qué en un mundo como este la única justicia verdadera es la que uno ejerce por mano propia.
entonces el ente con una cara de desprecio y una voz llena de superioridad se dio la vuelta y caminó hacia la oscuridad, desapareciendo entre las sombras de la mente de Morgan.
Morgan recuperó el control de su cuerpo y miró al Zorath Aún se convulsionaba.
Pero Aún respiraba.
-¿Qué… debería hacer?
(Dijo Morgan, confundido, con la mirada baja.)
Fin del capítulo.
Próximo capítulo: Acciones y Consecuencias.