Morgan, después de caminar un buen rato por fin logró regresar al camino principal: la ruta que lo llevaría directo a la capital de todos los reinos, Fallen Crown.
Se quedó ahí, en medio del camino, sin moverse. En silencio. Solo observando el horizonte como si esperara una señal divina... o como si hubiera olvidado por qué se había detenido en primer lugar.
Con calma, metió la mano en sus bolsillos. Sacó dos anillos: uno era el que le había dado Maní y el otro, el que pertenecía a la esposa de Maní. Morgan los apretó con fuerza, cerró el puño y lo presionó contra su frente. Una mezcla de gratitud, tristeza y rabia le sacudió el alma. Recordó a ese buen hombre que lo ayudó sin pedir nada a cambio... pero también recordó esa escena. Ese momento imborrable. La forma en que encontró a la mujer de su amigo. El dolor. La brutalidad. La crueldad sin sentido.
El corazón de Morgan se encogió. Recordó la voz de Maní hablándole de su esposa: la dulzura en su tono, la alegría, el amor, el futuro que imaginaba con ella y con su hijo. Un futuro que ahora jamás podría ser.
Morgan, sollozando, negó con la cabeza.
Apretó los dientes. Recordó cómo había quedado paralizado. Impotente. Incapaz de hacer algo cuando ese Zorath cometió aquel acto atroz frente a sus ojos. Y cómo, a pesar de todo, los humanos le habían agradecido… como si él los hubiera salvado.
-Yo... yo no hice nada... Me quedé paralizado... ¡No pude hacer nada por ellos! ¡Fue él quien hizo algo! ¡¡Fue él quien los salvó, no fui yo!!
(Dijo Morgan para sí mismo)
Pero entonces, con furia, levantó la mirada al cielo y gritó con toda su alma:
-¡¡¡PERO ESA... ESA FUE LA ÚLTIMA VEZ QUE ME QUEDÉ SIN HACER NADA!!!
Luego bajó la mirada, con una nueva determinación encendiéndose en sus ojos. Se puso los anillos de Maní y su esposa. Y empezó a caminar.
-No dejaré que más personas pierdan sus futuros, ni sus sueños, de esa manera. Ese dios me confió este poder por alguna razón... y esta debe ser la razón.
(Dijo Morgan mientras daba cada paso con más seguridad que el anterior)
-Desde que llegué a este mundo, me he preguntado cuál es mi propósito... Bueno, creo que ahora lo sé.
(Dijo Morgan mientras comenzaba a correr lentamente)
Mientras corría, memorias de su infancia le vinieron a la mente. Se vio leyendo historietas, soñando con mundos de colores y héroes con capas ridículas pero corazones gigantes.
-Ya lo había olvidado... Pero desde niño... siempre quise ser uno de ellos.
(Dijo Morgan en su mente)
-Yo... ¡yo me convertiré en un superhéroe!
(Dijo con una sonrisa enorme)
Y entonces pisó con más fuerza y comenzó a correr con todo lo que tenía. Corrió bajo la lluvia, bajo las estrellas, bajo el sol ardiente. No se detuvo ni un segundo. Su cuerpo dolía, pero su alma ardía aún más.
El ser humano a diferencia de otros animales no es el más fuerte ni el más rápido. Pero es el único capaz de correr distancias imposibles sin detenerse, sin rendirse. Y ahora, Morgan estaba demostrando por qué esa habilidad había cambiado la historia de la que alguna vez fue su especie.
Después de correr sin descanso durante días, lo vio.
Un castillo negro flotando en un vasto cielo azul, anclado a la tierra por cadenas plateadas gigantes. Debajo, un reino colosal, y dentro de él... otro castillo aún más grande.
Morgan se detuvo en un páramo, contemplando esa escena como salida de una novela épica.
-Bien. He llegado.
(Dijo Morgan con una sonrisa)
-No tengo idea de lo que me espera ahí... ¡pero sin duda, aquí es donde todo comenzará a cambiar!
(Dijo Morgan, lleno de optimismo)
Juntó aire en sus pulmones y gritó:
-¡¡¡ALLÁ VOY!!!
Y sin más, volvió a correr. Como un loco. Como un rayo. Como un niño que no sabe lo que hace pero lo hace con todo el corazón.
Tras un rato, finalmente pudo ver la entrada al reino. Y con ella, estatuas gigantes de mármol blanco. Seres con máscaras, cuernos, orejas largas y colas. Todos imponentes. Todos... intimidantes.
Pero Morgan no se detuvo. ¡No! ¡El iba directo como un tren sin frenos!
En la entrada habían dos guardias custodiado uno parado en casa extremo de la gran entrada.
-¡Oye, ¿qué es eso?!
(Dijo uno de los guardias)
La otra guardia entornó los ojos, intentando enfocar.
-Ah... no lo sé... Es pequeño... ¡y rosado!
(Respondió, confundida)
Ambos se pusieron en medio del camino, aún sin saber si era un enemigo, un animal o un loco.
Sin embargo Morgan no frenó al verlos obstruyendo su camino.
-Ni modo que no se quiten...
(Dijo Morgan mientras se acercaba a toda velocidad)
Los guardias se miraron a los ojos, tensos, dijeron al mismo tiempo:
-Ni modo que no se pare...
Pero Morgan no se paró.
-¡¡¡A UN LADO, A UN LADOOOOO!!!
(Gritó mientras se acercaba como una cabra loca )
Los tres gritaron al mismo tiempo, y finalmente... ¡BOOM!
Impactaron como si fueran pinos de boliche. Morgan y los dos guardias salieron volando hacia dentro de la ciudad.
Morgan quedó tirado, medio consciente, viendo pajaritos. Fue entonces que la guardia una mujer con escamas verdes, ojos azules, cabello negro corto y armadura blanca y negra lo levantó tomándolo de la camisa.
-¡Oye, niño! ¿¡Qué rayos te pasa!? ¿¡Crees que puedes ir por ahí tacleando gente así nomás!? ¿¡Estás buscando problemas conmigo, pequeño cabrón, eh, eh!?
(Dijo la guardia, furiosa)
-¡Leila, Leila, está inconsciente! ¡Déjalo!
(Dijo su compañero)
Morgan por el impacto y por el cansancio de haber corrido sin parar durante días había caído inconsciente su cuerpo finalmente había cedido ante al agotamiento.
-¡No digas tonterías, Mark! ¡A estos cabrones hay que educarlos a base de puñetazos!
(Gritó Leila, molesta)
-¡Ahhh, Leila, todos nos están viendo!
(Suplicó Mark, sudando frío)
-¡¿Y a mí qué carajos me importa?! ¡Mi asunto es con este cabrón rosado!
(Dijo Leila, todavía sosteniendo a Morgan inconsciente )
Pero entonces, una voz femenina, serena... e imponente, rompió la escena:
-¿Qué es lo que sucede aquí?
Leila, con toda la actitud de pandillera interrumpida, se volteó bruscamente.
-¡¿Ah?! ¿¡Quién carajos pregu...!?
Pero al ver quién había hablado, su voz se cortó en seco. Su piel se volvió pálida.
-La... la... Lady Zarathoz...
(Dijo Leila, temblando)
Frente a ellos se encontraba una mujer imponente: alta, con escamas grisáceas, cabello gris y piel blanca como la luna. Sus ojos turquesa brillaban con autoridad. Tenía una gran cola reptiliana, cuernos elegantes y una vestimenta que parecía salida de otro mundo... Elegante Pero que a la vez combinaba con el color de sus escamas y sus ojos color turquesa.
-Pregunté qué es lo que sucede aquí.
(Dijo la mujer con una voz firme y fría)
-N-no es nada, Lady Zarathoz. E-este joven apareció de la nada y... nos impactó a los dos...
(Dijo Mark, arrodillándose con la cabeza baja)
- vamos tú también arrodíllate.
( Dijo Mark mientras le bajaba la cabeza a Leila )
La mujer miró a ambos guardias para después centrar su mirada en Morgan. Lo observó detenidamente de pies a cabeza... y, de pronto, sonrió.
-Interesante...
Fin del capítulo.
Próximo capítulo: Hagamos un trato.