Nytingale ( cap 24 )

Morgan quedó impactado por aquella mujer de piel gris y aspecto reptiliano.

La mujer se levantó de su escritorio y se colocó justo frente a él.

– Me presento: soy la directora y protectora de esta academia, Zarathoz Dragunov, y te doy la bienvenida a mí académia.

La mujer hizo una reverencia bastante elegante, mientras Morgan intentaba procesar toda esta nueva y desconcertante información.

– Dime, muchacho, ¿de dónde vienes?, ¿de qué reino provienes?

(Dijo la mujer con curiosidad.)

– Ahhh… ahhh… ahhh…

(Dijo Morgan, nervioso.)

– Por tu apariencia, diría que eres uno de los míos, pero por lo que veo… no tienes alas para volar.

La mujer empezó a rodear a Morgan, inspeccionándolo detenidamente, hasta colocarse detrás de él. Entonces, puso una de sus manos en su pecho.

– Interesante… no está caliente, ni frío.

Morgan se sobresaltó ante esa acción. Su rostro se tornó rojo al instante.

La mujer se arrodilló y comenzó a tocar la cola de Morgan.

– Oh… no tienes escamas en la cola. Tiene una textura diferente.

(Dijo Zarathoz, analizando a Morgan detenidamente.)

Morgan dio un salto por la impresión y se alejó unos pasos. Nunca nadie había invadido su espacio personal de aquella manera. Estaba muy confundido y completamente avergonzado.

La mujer se cubrió el rostro con una mano y, con una sonrisa pícara, dijo:

– Interesante…

Se levantó con elegancia y se acomodó el vestido, alisando las arrugas. Morgan abrazaba su cola con incomodidad y algo de miedo, mientras la mujer volvía a acercarse a él lentamente.

– Dime, dime entonces… ¿a qué raza perteneces, chico? ¿De dónde vienes?

Morgan comenzó a retroceder con lentitud, a medida que Zarathoz se acercaba con pasos tranquilos.

– En definitiva, no pareces uno de los Míos. No pertenecemos a la misma especie… pero tampoco eres un marino, ellos no pueden salir del agua. Entonces, ¿qué eres, chico?

La espalda de Morgan chocó con la pared. Zarathoz colocó su mano justo al lado de su cabeza, acorralándolo.

– Si bien me interesa saber qué eres exactamente, lo que más me importa… es que me digas dónde está tu dharma. Cuando te cambié de ropa, no lo vi por ningún lado visible.

(Dijo Zarathoz con un tono algo seductor.)

Morgan, al escuchar que ella lo había cambiado de ropa, dedujo que lo había visto sin nada mientras él estaba inconsciente. Su cara se tornó de un rojo intenso y soltó un grito digno de una princesa.

– ¡Nooooooo!

La mujer, al ver su reacción, comenzó a reír a carcajadas hasta que las lágrimas brotaron de sus ojos.

– Perdón, perdón… pero cuando te vi, me pareciste alguien muy, muy interesante.

(Dijo Zarathoz, limpiándose las lágrimas.)

Morgan agitaba los brazos arriba y abajo, avergonzado y molesto.

– Entonces… ¿cuál es tu dharma? ¡Dime! Jajaja.

(Dijo Zarathoz, recuperando el aliento.)

Morgan recordó que aquel Zorath con el que había luchado también le había mencionado algo llamado "dharma", pero aún no entendía a qué se referían con eso.

– No sé de qué está hablando. Y, por favor, no vuelva a hacer eso.

(Dijo Morgan, algo molesto.)

– Jajaja, vamos, no juegues. ¡Dime cuál es tu dharma! Vamos…

(Dijo Zarathoz, con insistencia curiosa.)

– ¡Ya le dije que no sé de qué me está hablando! No sé qué es eso de “dharma”.

Al ver que Morgan decía esto con seguridad, sin rastro de mentira, la sonrisa de Zarathoz desapareció. De forma brusca, lo sujetó y comenzó a revisarlo minuciosamente, parte por parte. Morgan intentó moverse, pero Zarathoz lo envolvió con su cola con tal fuerza que quedó completamente inmovilizado.

– No está… no está…

La seriedad y la impresión se apoderaron de su rostro. Lo inspeccionó por completo: su cabeza, sus dedos, piernas, ojos… incluso su lengua. Pero no encontró nada.

– Imposible…

Zarathoz empujó a Morgan repentinamente, alejándose de él. Su rostro mostraba una mezcla de duda e incertidumbre.

– Tú… tú no estás conectado con ella…

(Dijo Zarathoz, algo preocupada.)

Morgan estaba más confundido que nunca. No entendía el cambio repentino en la actitud de la mujer, pero parecía estar relacionado con la ausencia de aquello que ella llamaba “dharma”. Claramente, era algo muy importante.

– ¿Ah… está todo bien?

(Dijo Morgan, preocupado.)

– Eso es imposible… Solo ellos no están conectados con ella. Pero él claramente no es uno de ellos… ¿Es eso posible? ¿Uno de los nuestros sin conexión con ella?

Zarathoz se apartó un poco, llevándose el dedo a la boca. Murmuraba en voz baja, como analizando aquella extraña situación. Luego comenzó a caminar de un lado a otro, con ansiedad.

Fue entonces cuando alguien tocó la puerta de la habitación. Zarathoz, aún pensativa, apenas se inmutó. Los golpes se intensificaron hasta que ella, algo molesta, respondió:

– Adelante.

La puerta se abrió, revelando a una joven de cabello largo rojizo, vestida de blanco y negro. Llevaba una venda negra sobre los ojos, decorada con una estrella tejida.

– Me ha llamado, directora.

(Dijo la joven dulcemente.)

– Ah, eres tú. Llévate a este chico y muéstrale la academia. Yo necesito pensar.

(Dijo Zarathoz, aún ensimismada.)

– Ve con ella. Te mostrará el lugar. Después hablaré más contigo.

(Dijo Zarathoz, con seriedad.)

Zarathoz se sentó en su escritorio, entrelazó sus manos y quedó sumida en sus pensamientos, con una mirada intensa y seria.

– Como ordene, mi señora.

(Dijo la joven suavemente.)

– Caballero, le pediré que me acompañe, por favor.

(Dijo la joven mientras hacía una reverencia.)

Morgan no dijo nada. Decidió seguirla. En ese momento, lo único que deseaba era salir de ahí.

Ambos salieron de la habitación. La expresión de Zarathoz permanecía inmutable.

Al salir, Morgan vio que se encontraba en un lugar enorme, ostentoso y refinado. Sin duda, era un mundo de fantasía. Se dio cuenta de que estaban en una zona muy elevada, así que se asomó por lo que parecía un mirador y contempló la inmensidad del lugar. Podía ver muchas más edificaciones; jamás había estado en un sitio tan vasto y majestuoso.

Morgan se dio la vuelta. La joven hizo otra reverencia y luego dijo:

– Me presento, caballero. Mi nombre es Zatana, y será un placer acompañarlo en este recorrido.

Fin del capítulo.

Próximo capítulo: Uno entre muchos.