El Giro Inesperado

La nueva sala a la que entraron era completamente distinta. El ambiente opresivo se había transformado en un paisaje surrealista: un bosque bajo un cielo de colores cambiantes. Árboles con troncos dorados y hojas plateadas los rodeaban, y el suelo parecía hecho de un líquido sólido que ondeaba con cada paso.

—Esto… no tiene ningún sentido, —murmuró Ari, mirando alrededor con asombro.

—Nada en este lugar lo tiene, —respondió Dano, con una mano aún en su arma. Miró al frente, donde un sendero serpenteaba hacia una colina lejana—. Pero parece que nos están guiando de nuevo.

Danthor flotó a su lado, pero esta vez su luz parecía más tenue.

—Algo está mal. Este lugar no es real, pero tampoco es completamente falso. Es como si fuera un reflejo de algo… incompleto.

Antes de que pudieran responder, el aire se llenó con un extraño zumbido. Ari sacó su arma, alerta.

—¿Ahora qué?

El zumbido se intensificó hasta convertirse en un sonido ensordecedor, y de repente, el cielo comenzó a desgarrarse. Una grieta negra como la noche se abrió justo encima de ellos, y algo empezó a caer: figuras humanoides de un material brillante y líquido, con rostros sin rasgos definidos.

—¡Cuidado! —gritó Dano, empujando a Ari hacia un lado justo cuando una de las figuras cayó al suelo, creando un cráter en el extraño terreno.

La figura se levantó lentamente, moviéndose con una fluidez antinatural. Sin previo aviso, se lanzó hacia ellos con una velocidad inhumana.

—¡Estas cosas no quieren hablar! —gritó Ari mientras disparaba varias veces. Los proyectiles atravesaron a la criatura, pero no la detuvieron.

Dano desenvainó su cuchillo de energía y se colocó frente a Ari.

—Retrocede, ¡tenemos que reagruparnos!

Danthor flotó en medio del enfrentamiento, emitiendo pulsos de luz para tratar de analizar a las criaturas.

—No son de aquí, ni siquiera son de la mente de Hacker. Son… intrusos.

Ari gruñó mientras esquivaba otro ataque.

—¿Intrusos? ¿Entonces no son su creación?

—No. Y si están aquí, significa que algo está interfiriendo con todo esto, —respondió Danthor—. Pero no tengo idea de quién o qué puede ser.

La grieta en el cielo se expandió, y más de esas figuras comenzaron a descender. Dano observó con frustración.

—No podemos enfrentarnos a todos. Tenemos que encontrar una salida.

—¿Y si no hay salida? —dijo Ari, disparando nuevamente. Esta vez, una de las criaturas cayó al suelo, pero comenzó a regenerarse casi al instante.

De repente, una voz resonó en sus mentes, profunda y fría, distinta a la de Hacker.

—Han ido demasiado lejos. Este dominio ya no es suyo.

Los tres se detuvieron en seco. Dano miró a su alrededor, intentando localizar el origen de la voz.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres?

La voz rió, un sonido que hizo que el aire se sintiera más denso.

—Yo soy el equilibrio roto, el guardián de lo olvidado. Y ustedes… son una amenaza para todo lo que protejo.

Ari apretó los dientes.

—¿Otra entidad? Genial, porque una ya no era suficiente.

—No es una entidad cualquiera, —dijo Danthor con un tono urgente—. Esto es algo que no debería existir aquí. Es una anomalía.

La voz continuó:

—Hacker no es más que una sombra de lo que fui. Este lugar es mío, y no permitiré que lo destruyan con su interferencia.

El suelo bajo ellos comenzó a temblar, y las criaturas se detuvieron, girando sus cabezas sin rostro hacia la grieta en el cielo. Entonces, algo más comenzó a descender: una figura gigantesca, hecha del mismo material líquido pero con una forma mucho más definida. Su rostro parecía cambiar constantemente, mostrando expresiones de ira, tristeza y euforia en un ciclo interminable.

—Esto se está poniendo peor, —dijo Ari, retrocediendo instintivamente.

—No podemos enfrentarlo, —advirtió Danthor—. Necesitamos movernos, ahora.

La figura gigante alzó una mano, y el bosque comenzó a desmoronarse. Los árboles dorados se marchitaron, y el suelo líquido se convirtió en un abismo oscuro que avanzaba hacia ellos.

—¡Corran! —gritó Dano, tomando la mano de Ari y comenzando a correr por el sendero.

El abismo los perseguía rápidamente, consumiendo todo a su paso. Danthor flotó detrás de ellos, emitiendo destellos de luz que parecían ralentizar momentáneamente el avance de la oscuridad.

Mientras corrían, la voz habló de nuevo, pero esta vez parecía dirigida únicamente a Ari.

—Tú… eres diferente. No eres como los demás.

Ari tropezó pero logró mantenerse de pie.

—¿Qué… qué quieres decir?

—Eres un fragmento, una pieza de algo más grande. Y lo que eres… me pertenece.

Ari sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Miró a Dano, pero él estaba concentrado en seguir adelante.

—¡No pertenezco a nadie! —gritó, aunque la voz no respondió.

Finalmente, llegaron a lo que parecía ser el final del sendero: un portal brillante que pulsaba con energía. Dano miró a Ari y luego a Danthor.

—¿Crees que esto nos sacará de aquí?

—No estoy seguro, pero es nuestra única opción, —respondió Danthor.

Sin dudarlo, Dano empujó a Ari hacia el portal.

—¡Vamos, no tenemos tiempo!

Ari cruzó primero, seguida de Danthor. Pero justo cuando Dano estaba a punto de entrar, una mano gigantesca hecha del mismo material líquido lo atrapó, levantándolo del suelo.

—¡Dano! —gritó Ari desde el otro lado del portal.

Dano luchó contra la presión, gritando:

—¡Sigan adelante! ¡No se detengan!

Antes de que pudiera liberarse, el portal se cerró, y Ari y Danthor quedaron atrapados en un nuevo escenario desconocido, mientras la voz de la entidad resonaba una última vez en sus mentes:

—El juego no ha terminado.