Rompiendo la Ilusión

Ari cayó al suelo con un impacto que lo dejó sin aliento. A su alrededor, todo parecía irreal: una vasta pradera de hierba verde fosforescente que brillaba como si tuviera su propia luz, con un cielo completamente blanco y sin horizonte. Danthor flotaba cerca, pero su luz también parecía apagada, debilitada.

—¿Dónde… estamos ahora? —preguntó Ari, poniéndose de pie con dificultad.

Danthor giró lentamente en el aire, analizando el entorno.

—No lo sé. Pero algo no encaja. Todo aquí parece demasiado... perfecto, ¿no lo crees?

Ari observó el paisaje. No había viento, ni ruidos, ni movimiento, excepto el brillo constante de la hierba. Era como estar atrapado en una fotografía que simulaba vida.

—Sí, es como si… —Ari se detuvo, mirando fijamente al suelo—. Espera.

Ari se inclinó, arrancando un mechón de la hierba brillante. Lo sostuvo en su mano y lo examinó detenidamente.

—Esto no es real. Mira, no tiene textura, ni peso… ni siquiera parece sólido.

Danthor se acercó, emitiendo un destello.

—Interesante. Quizá… quizá este lugar no exista realmente.

—¿Cómo que no existe? —Ari alzó la voz, frustrado—. Estamos aquí. Lo estamos viendo.

Danthor giró de nuevo, como si estuviera escaneando algo invisible.

—Lo que ves y lo que es real no siempre son lo mismo, Ari. Piensa en ello. Desde que entramos al dominio de Hacker, hemos estado pasando de un escenario irreal a otro, pero nunca hemos cuestionado si eran más que trucos mentales.

Ari se llevó una mano al cabello, intentando procesar.

—¿Estás diciendo que esto es una ilusión? ¿Todo esto?

Danthor se iluminó un poco más, como si hubiera confirmado algo.

—Exactamente. Y si es una ilusión, significa que podemos romperla.

Antes de que Ari pudiera responder, una voz familiar resonó a su alrededor: la risa cruel y burlona de Hacker.

—¡Oh, pero qué listo eres, Danthor! —exclamó la voz, que parecía venir de todas direcciones a la vez—. Claro que es una ilusión. Todo lo que han visto lo es. ¿Acaso pensaban que podían escapar tan fácilmente?

—¡Muéstrate, cobarde! —gritó Ari, sacando su arma y apuntando al aire vacío.

La risa continuó.

—¿Por qué tendría que hacerlo? Este es mi mundo. Aquí yo soy el que dicta las reglas.

Danthor flotó hacia Ari, interponiéndose entre él y el vacío.

—No escuches sus provocaciones. Está tratando de distraernos.

—¿Distraerlos? —dijo Hacker, ahora con un tono más burlesco—. ¿De qué? ¡Oh, espera! ¿Acaso creen que pueden romper mi ilusión?

Ari apretó los dientes.

—¿Qué pasa si lo intentamos?

De repente, el cielo blanco se oscureció, y la pradera comenzó a deformarse, como si se estuviera derritiendo. El terreno se doblaba, y sombras sin forma empezaron a surgir, rodeándolos.

—Intenten lo que quieran, —dijo Hacker—, pero si rompen la ilusión… tal vez rompan algo más.

Ari disparó al aire en frustración.

—¡Cállate!

Danthor se giró hacia Ari, calmado pero firme.

—Debemos concentrarnos. Esta ilusión está diseñada para mantenernos atrapados. Si encontramos la grieta, podremos salir.

—¿Cómo sabemos que hay una grieta? —preguntó Ari, mientras observaba cómo las sombras se acercaban lentamente.

Danthor respondió con tranquilidad.

—Porque toda ilusión tiene un fallo. Solo debemos buscar lo que no encaja.

Ari respiró hondo, mirando alrededor. Todo parecía igual de irreal, pero había algo extraño en las sombras que los rodeaban. No se movían como el resto del entorno. Eran demasiado definidas, demasiado reales.

—Esas sombras… —Ari señaló—. ¿Qué son?

Danthor las examinó.

—Podrían ser la clave. Tal vez no sean parte de la ilusión, sino algo externo tratando de mantenernos aquí.

—¿Entonces las enfrentamos?

—Exactamente.

Ari ajustó su arma y disparó hacia una de las sombras. El proyectil la atravesó, pero algo extraño ocurrió: la sombra no desapareció, sino que comenzó a fracturarse, como si fuera de cristal.

—¡Funcionó! —gritó Ari.

Danthor flotó hacia adelante.

—Sigue. Si rompemos todas, podríamos destruir esta ilusión.

Ari disparó nuevamente, y esta vez la grieta en la sombra se expandió, propagándose como una telaraña que comenzó a cubrir todo el paisaje. La pradera tembló, y la voz de Hacker volvió a escucharse, esta vez con un tono desesperado.

—¡No saben lo que están haciendo! ¡Si destruyen esto, no tendrán control sobre lo que venga después!

—¡Eso lo veremos! —gritó Ari mientras disparaba a otra sombra.

Con cada disparo, las grietas crecían, y el mundo a su alrededor comenzaba a desmoronarse. La pradera desapareció, reemplazada por un vacío blanco, y finalmente, el cielo comenzó a derrumbarse como si fuera un techo de cristal.

Danthor se giró hacia Ari.

—Prepárate. Lo que venga después podría no ser mejor que esto.

—¿Peor que una ilusión diseñada para atraparnos? Lo dudo, —dijo Ari, apretando los dientes mientras disparaba a la última sombra.

Con un estruendo ensordecedor, el mundo se rompió en mil pedazos, y todo quedó en completa oscuridad.

Por un momento, no hubo nada. Luego, una luz tenue comenzó a brillar, y Ari se encontró de pie en un espacio completamente diferente: una sala llena de maquinaria antigua, con engranajes que giraban lentamente y luces parpadeantes. Dano estaba allí, inconsciente, pero vivo, apoyado contra una pared.

Ari se apresuró hacia él.

—¡Dano! ¡Despierta!

Danthor flotó a su lado.

—Lo logramos. Rompimos la ilusión. Pero… —se detuvo, mirando a su alrededor con preocupación—. Esto no es el final. Es solo otro nivel.

Antes de que Ari pudiera responder, una pantalla en la pared se encendió, mostrando el rostro de Hacker, ahora más furioso que nunca.

—Felicidades. Han pasado mi prueba inicial. Pero no se equivoquen: el verdadero juego apenas comienza.

Ari apretó los puños.

—Pues que comience.