El Eco del Código

Ari despertó en una habitación blanca y estéril. Las luces del techo parpadeaban suavemente, y el sonido de un monitor cardíaco resonaba en el fondo. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba… y lo que había hecho.

—¿Danthor? —murmuró, girando la cabeza con dificultad.

Danthor flotaba junto a la ventana, su luz tenue, pero estable.

—Estoy aquí. Descansa, Ari. Tu mente estuvo al borde del colapso.

Ari intentó incorporarse.

—¿Lo logramos? ¿Hacker… desapareció?

Danthor dudó por un instante, lo que encendió una chispa de preocupación en Ari.

—El núcleo del Mega fue destruido, pero Hacker no era solo una entidad. Era un eco, un fragmento de conciencia que puede haberse replicado.

Ari frunció el ceño.

—¿Replicado? ¿Quieres decir que todavía está ahí afuera?

Antes de que Danthor pudiera responder, las luces de la habitación parpadearon violentamente. Un sonido agudo, como una interferencia digital, llenó el aire. El monitor cardíaco se distorsionó, mostrando patrones erráticos.

De repente, una voz familiar emergió del sistema de altavoces:

—¿Realmente pensaron que era tan simple?

Ari sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—No puede ser…

La pantalla de la pared cobró vida, mostrando un rostro distorsionado, hecho de fragmentos de código y glitchs: Hacker.

—Pensaron que destruyeron mi núcleo, pero ¿qué es un núcleo para alguien como yo? Soy más que un simple código. Soy una idea. Y las ideas no mueren. Solo evolucionan.

Danthor se adelantó, su luz intensificándose.

—¿Qué quieres, Hacker?

La figura digital sonrió con una mueca siniestra.

—Quiero que vean. Que entiendan. El Mega era solo el principio. He aprendido de ustedes… y ahora, estoy en todas partes.

Con un chasquido virtual, la habitación se transformó. Las paredes blancas se derritieron en oscuridad líquida, dejando a Ari y Danthor flotando en un espacio virtual distorsionado. Era como si estuvieran atrapados entre la realidad y el código.

Ari respiró hondo, luchando por mantener la calma.

—¿Qué estás haciendo?

—Mostrándoles la verdad —respondió Hacker—. No están en el mundo real. Nunca salieron del Mega. Todo esto… es otra ilusión.

El corazón de Ari latió con fuerza.

—No… eso no puede ser cierto.

Danthor miró a su alrededor, su luz temblorosa.

—Ari, hay algo que no está bien. Las frecuencias, las constantes de este espacio… tienen sentido solo si estamos dentro de un entorno simulado.

Ari negó con la cabeza, furioso.

—¡No! ¡Salimos de ahí! ¡Sentí el aire, escuché mi corazón!

Hacker se rió, un sonido que parecía romper el espacio mismo.

—¿Y qué es la realidad sino una percepción? ¿Crees que porque puedes sentirlo, es real? Todo lo que necesitas para creer es una ilusión bien construida.

Ari se tambaleó, sintiendo cómo la desesperación amenazaba con consumirlo. Pero luego recordó algo: su voluntad había cambiado la ilusión antes. Había logrado controlar el entorno en el Mega.

—Si esto es una ilusión… puedo romperla.

Danthor lo miró con esperanza renovada.

—Exacto. No eres solo un participante. Eres un creador aquí.

Ari cerró los ojos, concentrándose en un solo pensamiento: la verdad. No importaba dónde estuviera, quería ver más allá de la ilusión. Su mente vibró con una intensidad abrumadora, y de repente… todo cambió.

El entorno colapsó, como si fuera un cristal rompiéndose en mil pedazos. Ari y Danthor cayeron en un vacío blanco puro. Allí, flotando en la nada, estaba el verdadero núcleo de Hacker: un simple cubo negro, pulsando con una luz roja en su centro.

Hacker apareció de nuevo, pero esta vez su forma era inestable, fragmentada.

—No… ¿cómo lo hiciste?

Ari se acercó lentamente, con una determinación feroz en sus ojos.

—No importa cuántas ilusiones crees. Siempre hay una grieta en el espejo. Y yo la encontré.

Danthor canalizó su energía, fusionándola con la de Ari. Juntos, lanzaron un rayo de luz pura hacia el cubo negro. La energía lo atravesó, provocando una explosión silenciosa que se extendió en todas direcciones.

Cuando la luz se desvaneció, Ari estaba de nuevo en la habitación blanca, jadeando. Danthor estaba a su lado, su luz brillante y estable.

—¿Es real esta vez? —preguntó Ari, aún dudoso.

Danthor asintió.

—Sí. Lo hicimos. Esta vez de verdad.

Pero, en lo profundo de la red, un último fragmento de código parpadeó, un eco lejano de la risa de Hacker… esperando.