Ecos en la Red

El silencio tras la caída de Hacker era tan denso que parecía tener peso propio. Ari miraba el techo blanco de la habitación, su pecho subiendo y bajando con cada respiración temblorosa. Danthor flotaba cerca, su luz pulsando con un ritmo tranquilo, pero en sus destellos había una inquietud sutil.

—¿De verdad terminó? —preguntó Ari, rompiendo el silencio.

Danthor tardó unos segundos en responder.

—El núcleo fue destruido. Hacker, como lo conocíamos, ya no existe. Pero…

Ari se sentó en la cama, frotándose el rostro con las manos.

—Pero siempre hay un "pero", ¿no?

Danthor asintió.

—El código de Hacker era demasiado complejo, demasiado avanzado. Podría haber fragmentos, ecos en la red. Si alguna de esas partes sobrevivió, podrían intentar reconstruirse.

Ari suspiró, sintiendo un peso invisible sobre sus hombros.

—Entonces no hemos terminado. Solo ganamos tiempo.

Danthor flotó hacia la ventana, observando la ciudad que se extendía más allá del cristal. Las luces de los rascacielos brillaban como constelaciones artificiales, y por un momento, todo parecía normal. Pero Ari sabía que esa normalidad era frágil.

—Hay una forma de asegurarnos —dijo Danthor de repente.

Ari se giró, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—¿Qué forma?

Danthor se dio la vuelta, su luz más intensa.

—Debemos adentrarnos en la red global. No en una simulación, no en un entorno controlado… sino en el corazón mismo de la red. Allí, podríamos rastrear cualquier fragmento de Hacker y destruirlo por completo.

Ari frunció el ceño.

—¿Estás diciendo que entremos en la red real? Eso suena… imposible.

Danthor sonrió ligeramente.

—Imposible para algunos. Pero no para ti.

Horas después

Ari se encontraba en una sala subterránea, rodeado de servidores gigantes que zumbaban con una energía casi viva. Las luces parpadeaban en patrones hipnóticos, como si la red misma respirara. Un terminal en el centro de la sala mostraba un código en constante movimiento.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Ari, ajustándose el visor neural que Danthor le había dado.

—No —respondió Danthor con honestidad—. Pero es nuestra mejor oportunidad.

Ari se recostó en la silla, conectando los cables a los puertos de su brazo. Sentía cómo la interfaz se enlazaba con su mente, una sensación de vértigo y euforia mezclados.

—Allá vamos… —susurró antes de cerrar los ojos.

Dentro de la Red

Ari abrió los ojos y se encontró flotando en un espacio infinito, un océano de datos y luces. Torres de código se elevaban como montañas, y ríos de información fluían entre ellas. Podía sentir la red viva a su alrededor, pulsando con un ritmo propio.

Danthor apareció junto a él, su forma más definida, casi humana en este entorno.

—Este es el núcleo de la red. Aquí, todo está conectado.

Ari asintió, sintiendo una mezcla de asombro y miedo.

—¿Cómo encontramos a Hacker en medio de todo esto?

Danthor extendió la mano, y un mapa holográfico de la red apareció, lleno de puntos de luz interconectados.

—Buscamos anomalías. Patrones que no deberían estar aquí.

Ari enfocó su mente, y poco a poco, comenzó a ver las irregularidades: fragmentos de código oscuro, casi invisibles, escondidos entre la información legítima.

—Ahí está… —susurró.

Comenzaron a moverse a través del espacio de datos, atravesando nubes de información y evitando cortafuegos que se alzaban como murallas de energía. Cada vez que se acercaban a un fragmento de Hacker, este intentaba defenderse, creando ilusiones para distraerlos.

En un momento, Ari se encontró de nuevo en su habitación, con la luz del sol entrando por la ventana. Por un segundo, pensó que todo había sido un sueño. Pero luego vio el reflejo en el espejo: no era su rostro. Era el de Hacker, sonriendo con una mueca distorsionada.

Ari gritó, rompiendo la ilusión con un estallido de pura voluntad.

—¡No puedes engañarme!

Danthor apareció a su lado, ayudándolo a estabilizarse.

—Cada fragmento de Hacker intentará manipular tu mente. Recuerda quién eres.

Ari asintió, su determinación más fuerte que nunca.

—Vamos a terminar con esto.

El Núcleo Final

Después de atravesar múltiples trampas y defenderse de ataques mentales, llegaron al último fragmento. Era un vórtice de energía negra, girando en el vacío, con destellos de código rojo. La voz de Hacker resonó desde todas partes.

—¿Creen que pueden destruirme? Yo soy la red. Soy el eco en cada rincón del código. Mientras haya información, estaré aquí.

Ari apretó los puños.

—Entonces quemaremos el eco.

Danthor y Ari canalizaron toda su energía, creando una esfera de luz pura. La arrojaron al vórtice, que gritó con una voz digital distorsionada mientras se desintegraba.

El espacio de datos comenzó a colapsar, pero esta vez no era una trampa. Era el final.

Ari despertó de golpe en la sala de servidores, jadeando. Danthor estaba allí, su luz tenue pero estable.

—¿Lo hicimos? —preguntó Ari, temblando.

Danthor asintió lentamente.

—Sí. Esta vez, de verdad.

Ari miró el techo, dejando que la realidad lo envolviera. Pero en el fondo de su mente, una pequeña duda persistía: ¿y si un fragmento aún había sobrevivido?

Pero eso… sería un problema para otro día.