Ecos del pasado

El día después de mi primera visita a "Ecos del Pasado" no fue tan sencillo como esperaba. Intenté distraerme con mis actividades cotidianas, pero no podía dejar de pensar en ella. Kosei Teki. Su nombre resonaba en mi mente como una melodía pegajosa. Cada vez que recordaba su sonrisa tímida o la manera en que sus dedos recorrían los discos, una extraña sensación me invadía.

Rodrigo y Zuni se pasaron la tarde en mi casa, como solían hacer los fines de semana. Zuni estaba extasiado escuchando El Noa Noa, y no paraba de hablar sobre la importancia cultural de Juan Gabriel.

—¿Te das cuenta de lo visionario que fue JuanGa? —decía, mientras tamborileaba con los dedos sobre la mesa al ritmo de la música—. Este disco no es solo música, Nitram, es historia.

Rodrigo, en cambio, se reía de la exageración de Zuni.

—Lo dices como si el disco te fuera a cambiar la vida, Zuni.

—Pues claro que sí. ¿Sabías que esta canción representa…?

Mientras ellos discutían, yo estaba sumido en mis pensamientos. Apenas escuchaba la conversación. Mi mente estaba en el local de música, en su ambiente cálido, en la chica que lo hacía aún más especial. ¿Por qué no podía sacarla de mi cabeza?

—Nitram, ¿me estás escuchando? —preguntó Zuni, sacándome de mi ensoñación.

—¿Eh? Sí, claro. Juan Gabriel. Visionario.

Rodrigo soltó una carcajada.

—¿Qué te pasa? Has estado en otro mundo desde que llegamos.

—Nada, nada. Solo estaba pensando en… cosas.

—¿"Cosas"? —repitió Zuni, arqueando una ceja—. A ver, suelta la sopa.

—No es nada, en serio —insistí, tratando de sonar casual. Pero Rodrigo y Zuni no me quitaban la mirada de encima.

Finalmente, suspiré. Sabía que no me dejarían en paz.

—Está bien, está bien. Es que… cuando fui al local de música, había una chica.

Zuni levantó las manos en un gesto teatral.

—¡Sabía que había algo raro contigo! ¡Esto no es por el disco!

—Cálmate, Zuni —intervino Rodrigo, aunque no podía ocultar su sonrisa burlona—. A ver, cuéntanos más de esa chica.

—No hay mucho que contar —respondí, encogiéndome de hombros—. Trabaja en el local. Es… diferente.

—¿Diferente cómo? —preguntó Zuni.

—No lo sé. Es tímida, pero hay algo en ella. Algo que… no sé, me llamó la atención.

Rodrigo asintió lentamente.

—¿Y qué vas a hacer al respecto?

—Nada. Apenas hablé con ella.

Zuni chasqueó la lengua.

—¡Nada! Nitram, por favor. Tienes que regresar. Si te llamó la atención, ¿por qué no intentas conocerla?

La idea me hizo sentir nervioso.

—¿Con qué excusa? No puedo simplemente aparecer ahí y decir: "Hola, quiero conocerte".

Rodrigo se cruzó de brazos, pensativo.

—Pues tienes que encontrar una excusa, algo que te permita regresar sin que parezca raro.

Zuni dio un golpe en la mesa, como si hubiera tenido una revelación.

—¡Otro disco! Ve y compra otro disco. Así tienes un motivo legítimo.

—¿Otro disco? ¿Cuál?

—Cualquiera. De preferencia uno bueno, claro.

Aunque la idea sonaba tonta, no podía negar que me daba una razón para regresar.

Al día siguiente, volví a "Ecos del Pasado". Esta vez, tenía más confianza, pero aún sentía un leve nerviosismo al empujar la puerta y escuchar el cascabel anunciando mi llegada.

Ella estaba ahí, justo como la última vez, acomodando discos en una de las estanterías. Cuando levantó la mirada y me vio, sonrió ligeramente, aunque parecía sorprendida.

—Hola otra vez —dije, intentando sonar relajado.

—Hola. ¿Buscas algo más?

—Sí. Estoy buscando… algo diferente. No sé, algo que recomiendes.

Kosei dejó lo que estaba haciendo y caminó hacia el mostrador.

—¿Tienes algún género en mente? —preguntó, con esa misma voz suave que recordaba.

—La verdad, no. Quiero algo nuevo. Algo que me sorprenda.

Ella asintió y comenzó a buscar entre las estanterías. Mientras lo hacía, aproveché para observar el lugar con más detenimiento. Había carteles viejos en las paredes, con artistas como José José, Chavela Vargas y Soda Stereo. En el aire flotaba una sensación de nostalgia, como si el tiempo se hubiera detenido dentro de esas cuatro paredes.

Cuando Kosei regresó, tenía un disco en la mano.

—Este es bueno. La Negra Tiene Tumbao, de Celia Cruz. Es diferente, pero muy especial.

Tomé el disco y sonreí.

—Gracias. Lo escucharé.

Mientras pagaba, quise decir algo más, pero no sabía cómo continuar la conversación. Ella parecía cómoda en su silencio, pero yo sentía la necesidad de romper esa barrera.

—Es un lugar bonito —dije finalmente, señalando el local.

Ella sonrió, aunque de forma tímida.

—Gracias. A la mayoría de la gente le pasa desapercibido.

—Eso es lo que lo hace especial, ¿no crees?

Asintió, y por un momento, nuestras miradas se encontraron. Fue breve, pero suficiente para que mi corazón latiera un poco más rápido.

Salí del local con el disco en la mano y una mezcla de emociones. Había hablado un poco más con ella, pero seguía sintiendo que apenas había rozado la superficie. Sin embargo, una cosa era segura: volvería. Y esta vez, intentaría conocerla mejor.