Pasaron algunos días antes de que me decidiera a regresar al local. No es que no quisiera hacerlo; de hecho, apenas podía concentrarme en otra cosa. Pero había algo que me retenía, una especie de inseguridad que me hacía dudar. ¿Y si estaba siendo demasiado obvio? ¿Y si ella notaba que estaba buscando cualquier excusa para verla?
Rodrigo y Zuni, como era de esperarse, no tardaron en intervenir.
—Nitram, no puedes estar así toda la semana —dijo Zuni mientras hojeaba una revista de música en mi sala—. Es patético, hermano.
—No es patético —repliqué, aunque mi tono carecía de convicción.
Rodrigo, que estaba revisando su guitarra en un rincón, levantó la vista y sonrió con sorna.
—Lo que Zuni quiere decir es que deberías hacer algo. No puedes seguir obsesionado con alguien a quien apenas conoces.
—No estoy obsesionado —protesté.
—Claro que lo estás —intervino Zuni, señalándome con la revista—. Y eso no está mal. Es bueno que alguien te haya sacado de tu rutina. Pero si realmente quieres conocerla, tienes que dar el siguiente paso.
Suspiré, sabiendo que tenían razón. Pero entonces surgió el problema principal: ¿cómo lo hacía sin parecer un idiota?
—¿Y qué se supone que haga? No puedo simplemente llegar y… no sé, invitarla a salir.
Rodrigo dejó la guitarra a un lado y se cruzó de brazos.
—No tienes que hacerlo todo de golpe. Empieza por algo simple. Habla más con ella. Pregúntale por el local, por la música que le gusta. Haz que se sienta cómoda contigo.
Zuni asintió, animado.
—Exacto. Y si necesitas una excusa para volver, solo dímelo. Te puedo dar una lista de discos para buscar.
Lo miré con incredulidad.
—¿Desde cuándo te interesa tanto ayudarme?
—Desde que descubrí que este romance tuyo significa que puedo conseguir más discos raros sin mover un dedo.
Rodrigo y yo soltamos una carcajada, y aunque Zuni lo decía en broma, me dio una idea.
Dos días después, estaba de nuevo frente a "Ecos del Pasado". Llevaba conmigo una lista de discos que Zuni me había dado, aunque la verdad era que ni siquiera había revisado los nombres. El cascabel sonó al abrir la puerta, y de inmediato sentí esa familiar mezcla de nervios y emoción al verla detrás del mostrador.
Esta vez, Kosei no parecía tan sorprendida al verme. De hecho, me recibió con una pequeña sonrisa que me hizo sentir más seguro.
—Hola otra vez —dije, tratando de sonar relajado.
—Hola. ¿Buscas algo en particular hoy?
—Sí, de hecho —respondí, sacando la lista del bolsillo—. Un amigo me pidió que buscara estos discos. Es un poco obsesivo con la música, así que pensé que este sería el lugar perfecto para encontrarlos.
Ella tomó la lista y la leyó en silencio. Su cabello caía sobre su rostro mientras lo hacía, y por un momento me quedé observándola, perdido en la simplicidad de sus movimientos.
—Algunos de estos podrían estar aquí —dijo finalmente—. Dame un momento para buscarlos.
Mientras ella revisaba las estanterías, aproveché para recorrer el local. Había algo en ese lugar que me hacía sentir tranquilo, como si fuera un refugio del ruido del mundo exterior. Mis ojos se detuvieron en un pequeño tocadiscos en un rincón, donde un vinilo de José Alfredo Jiménez giraba lentamente.
—Te gusta la música, ¿verdad? —pregunté, intentando iniciar una conversación mientras ella seguía buscando los discos.
Kosei se giró hacia mí, sorprendida por la pregunta.
—Sí, mucho. Este trabajo… bueno, es especial para mí.
—¿Por qué? —pregunté, genuinamente interesado.
Ella dudó por un momento, como si no estuviera acostumbrada a hablar de sí misma.
—Supongo que siempre me ha gustado cómo la música conecta a las personas. Aquí vienen todo tipo de clientes, y todos buscan algo que les recuerde a un momento especial. Es bonito ser parte de eso.
Su respuesta me sorprendió. Había algo en su voz, en la forma en que hablaba de la música, que me hacía querer conocerla más.
—Eso suena… increíble.
Kosei sonrió tímidamente antes de volver a centrarse en los discos.
—Aquí tienes algunos de los que buscabas —dijo finalmente, colocando tres discos sobre el mostrador.
Los miré, aunque apenas les presté atención. Lo importante no eran los discos, sino la sensación de haber avanzado un poco más en esa barrera que parecía rodearla.
—Gracias. Creo que mi amigo va a estar feliz con esto.
Ella asintió y comenzó a empacar los discos. Mientras lo hacía, decidí arriesgarme un poco más.
—¿Tú tienes algún disco favorito? —pregunté.
Se detuvo por un momento, pensativa.
—Depende del día. Pero creo que…Creep siempre será especial para mí.
—Es un gran álbum de. ¿"Radiohead"?
Ella sonrió, como si mi respuesta la hubiera tomado por sorpresa.
—"creep". Aunque también me gusta " Extreme - More Than Words".
Ambos nos reímos suavemente, y por un momento, el ambiente se sintió más relajado.
Al salir del local, llevaba los discos bajo el brazo y una sonrisa en el rostro. Había sido una conversación breve, pero suficiente para sentir que había dado un paso más. Quizás Rodrigo y Zuni tenían razón: no era necesario apresurarme. Con cada visita, me acercaba un poco más a ella, y eso era suficiente por ahora.