Volví a Ecos del Pasado un par de días después. El lugar comenzaba a sentirse como una segunda casa, con su aroma a madera vieja y discos de vinilo que parecía envolverme en cuanto cruzaba la puerta. Kosei estaba detrás del mostrador, como siempre, revisando unos papeles y con unos audífonos puestos.
Al verme entrar, levantó la vista, se quitó los audífonos y sonrió levemente. Esa sonrisa, aunque pequeña, era suficiente para iluminar el día más nublado.
—Hola, Nitram. ¿Buscando algo nuevo?
—Siempre —respondí, intentando parecer casual aunque mi corazón latía con fuerza.
Caminé hacia las estanterías, pero esta vez no me detuve a hojear discos. Algo en mí me empujaba a aprovechar el momento, a intentar hablar con ella un poco más. Giré sobre mis talones y me acerqué al mostrador.
—¿Qué estabas escuchando? —pregunté, señalando los audífonos que había dejado sobre el mostrador.
Kosei pareció sorprendida por mi pregunta, pero luego tomó los audífonos y los mostró como si fueran un secreto bien guardado.
—Es un demo de un amigo. Está empezando en esto de la música y me pidió mi opinión.
—¿Te pidió tu opinión? —repetí, genuinamente curioso—. Eso significa que confía en tu criterio.
—Supongo que sí —respondió, encogiéndose de hombros, pero había un leve rubor en sus mejillas que me hizo sonreír.
—¿Es bueno?
—Tiene potencial —dijo, eligiendo sus palabras con cuidado—. Pero todavía necesita pulir algunas cosas.
—¿Y tú qué le recomendaste?
—Que escuchara más música. A veces, para crear algo original, primero tienes que empaparte de lo que otros han hecho antes.
Me quedé pensando en sus palabras. Era una forma interesante de ver el arte, y de alguna manera, sentí que también aplicaba a nuestra relación incipiente. Quizá, antes de intentar conquistarla, necesitaba conocerla mejor, entender sus gustos, sus intereses, sus sueños.
—Tiene suerte de tenerte como crítica —dije finalmente, y esta vez fui yo quien notó un leve rubor en su rostro.
Decidí quedarme un poco más en el local ese día. Mientras revisaba los discos, Kosei y yo intercambiamos comentarios sobre diferentes artistas. Me habló de la influencia de Mercedes Sosa en su vida, y yo le conté cómo mi madre solía cantar canciones de Juan Gabriel mientras cocinaba.
—"Querida" era su favorita —dije, riendo al recordar—. Cada vez que la ponía, era como si estuviera dando un concierto en la cocina.
Kosei rió suavemente.
—Me encanta esa canción. Es tan poderosa.
—¿Tú también cantas? —pregunté sin pensar, pero tan pronto como las palabras salieron de mi boca, sentí que quizá había ido demasiado lejos.
Kosei se quedó pensativa por un momento antes de responder.
—No en público. Pero a veces, cuando estoy sola aquí, canto un poco.
La idea de Kosei cantando en el local vacío, rodeada de discos y música, me pareció increíblemente hermosa.
—Debe sonar increíble —dije, y aunque ella intentó ocultarlo, pude notar que mi comentario la hizo sonreír.
Antes de irme, encontré un disco que había estado buscando por un tiempo: Cosas del Amor de Ana Gabriel y Vikki Carr. No estaba seguro de si lo quería solo por la música o porque quería una excusa para quedarme un poco más.
—Buena elección —dijo Kosei cuando se lo llevé al mostrador.
—¿Tú también lo recomiendas?
—Absolutamente. Es un clásico.
Mientras ella empaquetaba el disco, sentí un impulso que no pude ignorar.
—Oye, Kosei… —comencé, pero mi voz se quebró un poco. Me aclaré la garganta y lo intenté de nuevo—. ¿Crees que alguna vez podría escuchar uno de tus discos favoritos contigo?
La pregunta salió antes de que pudiera detenerla, y por un momento, pensé que había cometido un error. Pero Kosei levantó la vista, y aunque parecía sorprendida, también había una calidez en su expresión.
—Tal vez —dijo con suavidad—. Si te portas bien como cliente.
No era un sí directo, pero tampoco era un no. Y para mí, eso era suficiente por ahora.
Al salir del local con el disco bajo el brazo, sentí que había dado un pequeño paso más. Quizá todavía faltaba mucho para conquistarla, pero esa tarde, con su sonrisa grabada en mi mente, sentí que estaba comenzando a entender la melodía que era Kosei Teki: suave, compleja y profundamente cautivadora.
Mientras caminaba hacia casa, me prometí que seguiría conociéndola poco a poco, dejando que nuestras conversaciones fueran las notas que compondrían esta canción que apenas comenzaba.