Lecciones de audacia

El disco que había comprado seguía resonando en mi mente cuando Zuni me arrastró hacia el café donde siempre nos reuníamos. Aunque protesté al principio, sabía que resistirme a Zuni era inútil. Si él decidía que necesitaba una charla, entonces habría una charla, me gustara o no.

—Nitram, ¿me puedes explicar cómo es que has ido tantas veces al local de la chica y todavía no has conseguido ni su número? —preguntó, dejando caer su mochila en la silla de al lado.

—Porque no es tan fácil como parece —respondí, hundiéndome en mi asiento.

Rodrigo, que ya estaba esperándonos con un vaso de café en la mano, levantó la mirada con una expresión de escepticismo.

—¿No es fácil o tú no quieres que sea fácil?

—intervino, antes de darle un sorbo a su bebida.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, aunque sabía exactamente a qué se refería.

—Lo que Rodrigo quiere decir

—interrumpió Zuni, apoyando ambos codos en la mesa y mirándome como si estuviera a punto de darme una conferencia

—es que no puedes pasarte la vida esperando que las cosas sucedan por arte de magia.

—No estoy esperando magia. Estoy siendo paciente —protesté, aunque mi tono carecía de convicción.

Zuni sacudió la cabeza, exasperado.

—Nitram, la paciencia es para las personas que ya tienen un plan. Tú ni siquiera sabes cuál es tu siguiente paso.

Rodrigo asintió lentamente, lo que hizo que mi incomodidad aumentara.

—No estoy seguro de qué es lo que esperas que haga

—admití al fin, mirando mi taza de café como si en ella estuviera la respuesta a mis problemas.

Zuni soltó un suspiro dramático, como si mi falta de iniciativa fuera un insulto personal.

—Primero, necesitas entender algo básico: las chicas no leen mentes. Si quieres que Kosei te vea como algo más que un cliente ocasional, tienes que hacer algo que la sorprenda.

—¿Algo que la sorprenda? —repetí, frunciendo el ceño.

—Sí, algo que la saque de su rutina. Un detalle, una pregunta interesante, un comentario que la haga pensar en ti después de que te hayas ido.

—¿Y qué se supone que debería decirle? —pregunté, sintiéndome un poco abrumado.

Zuni se cruzó de brazos, claramente disfrutando su rol de mentor.

—Para empezar, deja de ir al local sin un plan. La próxima vez que vayas, pregúntale algo sobre ella, algo personal pero no invasivo. Como, no sé, cuál fue el primer disco que compró o por qué trabaja en ese lugar.

—Eso no suena tan difícil —murmuré, aunque todavía dudaba.

—Claro que no lo es. Lo difícil es no arruinarlo después de preguntar.

—Zuni me lanzó una mirada significativa antes de continuar.

—Escucha con atención, sé genuino y, por el amor de todo lo bueno en este mundo, no hables sólo de ti.

Rodrigo se rió suavemente, pero no dijo nada. Zuni lo ignoró y se inclinó más cerca de mí, como si estuviera compartiendo un secreto.

—Y otra cosa: necesitas un pretexto para seguir viendo a Kosei fuera del local.

—¿Un pretexto? —pregunté, sin estar seguro de a dónde quería llegar.

—Algo como… invitarla a un evento.

¿Alguna vez le has preguntado si le gustan los conciertos?

—Zuni me miró como si acabara de decir algo revolucionario.

—No, nunca lo he mencionado.

—La idea me hizo sentir un nudo en el estómago, pero también despertó cierta curiosidad.

—Pues ahí tienes. Pregúntale. Si dice que sí, puedes buscar algún concierto interesante y decirle que podrías conseguir entradas. Si dice que no… bueno, al menos tendrás una respuesta, ¿no?

—Eso suena… complicado

—admití, sintiéndome un poco intimidado por la idea de dar un paso tan grande.

Zuni soltó una carcajada.

—Nitram, lo complicado es pasarte la vida preguntándote qué habría pasado si hubieras tenido un poco más de valor.

La frase me dejó pensando. Rodrigo, que había estado en silencio hasta ese momento, finalmente intervino.

—Zuni tiene razón en una cosa: si no haces algo pronto, vas a quedarte atrapado en este punto para siempre. Pero tampoco te presiones demasiado. Avanza a tu ritmo, sólo asegúrate de avanzar.

Ambos se quedaron en silencio, esperando mi respuesta. Miré a Zuni, luego a Rodrigo, y finalmente a mi taza de café.

—Está bien. Lo intentaré.

Zuni sonrió, satisfecho.

—Ese es mi Nitram. Ahora, dime, ¿cuándo vas a verla de nuevo?

Pensé en ello por un momento antes de responder.

—Mañana, tal vez.

—Perfecto. Entonces, ya sabes lo que tienes que hacer.

Salí del café con una mezcla de nervios y determinación.

Las palabras de Zuni y Rodrigo resonaban en mi mente, y aunque todavía tenía mis dudas, algo en mi interior me decía que esta vez podría ser diferente.