Cuando cruzo la puerta de Ecos del Pasado, el sonido del timbre parece más fuerte que otras veces, aunque quizá solo es mi imaginación.
Anoche dormí mal. No puedo sacarme de la cabeza lo que dijo Kosei, ni la manera en que lo dijo. Esa sensación de que había algo más en sus palabras, algo que no supe descifrar.
Ahora está ahí, detrás del mostrador, con un cuaderno abierto frente a ella. Sujeta un bolígrafo entre los dedos, pero no escribe. Parece perdida en sus pensamientos.
—Hola —digo, con más calma de la que siento.
Ella levanta la mirada lentamente.
—Hola.
Avanzo hasta el mostrador y dejo que mi vista se deslice hasta el cuaderno.
—¿Escribiendo otra canción?
Por un instante, Kosei sonríe, aunque es apenas un gesto leve, casi imperceptible.
—No… Solo recordando.
—¿Recordando qué?
Ella me observa en silencio antes de empujar el cuaderno hacia mí. No es la primera vez que me deja ver lo que escribe, pero sigue sorprendiéndome que confíe en mí de esta manera.
Las palabras están escritas con trazos cuidadosos. Algunas frases están tachadas. Leo en voz baja:
"A veces el amor es una voz en la madrugada,
un eco que susurra que nunca estarás solo.
Es una canción cantada sin temor,
una promesa que no necesita palabras."
Frunzo ligeramente el ceño. Es diferente a lo que he leído antes.
—Esto no se parece a las otras letras que has escrito.
—No —admite Kosei, jugando con el bolígrafo entre sus dedos.
—¿De qué trata?
—De amor.
Mi corazón da un pequeño vuelco.
—¿Amor?
—Pero no de ese amor.
Dejo escapar el aire que no sabía que estaba conteniendo.
—¿Entonces?
—Del amor que nos sostiene aunque a veces lo pasemos por alto. El que nos cuida en silencio.
Tardo un par de segundos en comprender.
—¿Hablas de la familia?
Kosei asiente.
—Sí.
Leo las frases otra vez, y ahora las siento más pesadas.
—Nunca habías escrito sobre esto.
—No de esta forma —responde—. Pero últimamente lo he estado pensando más.
Noto algo en su tono, una especie de vacilación. Algo que no está diciendo.
—¿Por qué ahora?
Ella no responde enseguida. Se queda mirando un punto en el mostrador, como si buscara las palabras adecuadas.
Cuando finalmente habla, su voz es apenas un susurro.
—A veces olvidamos lo importante que es ese amor… hasta que sentimos que nos falta.
No sé qué decir.
No sé mucho sobre la familia de Kosei. Apenas ha mencionado algunas cosas en nuestras conversaciones, pero nunca con demasiados detalles. Ahora tengo la sensación de que hay algo más.
No quiero presionarla, pero tampoco quiero ignorarlo.
—¿Quieres hablar de eso?
Ella me mira y sé que está debatiéndose internamente. Finalmente, exhala un suspiro.
—Tal vez no hoy.
Asiento.
—Pero… hay una canción que explica lo que intento decir.
Me acerco un poco más al mostrador.
—¿Cuál?
—Te recuerdo de Mercedes Sosa.
Frunzo el ceño.
—No la conozco.
—Es sobre alguien que nunca se olvida… aunque ya no esté presente.
Hay algo en la forma en que lo dice que me provoca un escalofrío.
—¿Te gustaría escucharla ahora?
Ella no responde, pero se levanta del asiento y camina hasta una de las estanterías. Toma un vinilo y regresa con él en las manos. Lo saca de su funda con un cuidado reverente y lo coloca en la tornamesa.
El primer acorde llena la tienda.
Desde la primera nota, sé que esta canción es diferente.
La voz de Mercedes Sosa es profunda, cálida, nostálgica.
"Te recuerdo, Amanda, la calle mojada…"
Observo a Kosei mientras cierra los ojos un instante. No dice nada. No hace falta.
Porque en este momento, entiendo algo.
A veces, el amor no se expresa con palabras.
A veces, está en las canciones que elegimos compartir.
Y en la forma en que las escuchamos juntos.
Mi teléfono vibra.
El sonido es demasiado fuerte contra la superficie del mostrador, rompiendo el momento como un cristal que se quiebra.
Kosei abre los ojos.
Saco el teléfono de mi bolsillo sin ver la pantalla. No tengo que hacerlo. Sé perfectamente quién es.
Zuni.
Dudo.
El teléfono sigue vibrando en mi mano.
Kosei me mira y es difícil leer su expresión.
Siento que, si respondo, algo se romperá entre nosotros.
Pero si no lo hago, Zuni me matará después.
Respiro hondo y deslizo el dedo por la pantalla.
—¿Qué pasa, Zuni?
Su voz es demasiado fuerte en comparación con la suavidad de la música de fondo.
—¡Nitram! ¿Sigues en la tienda? ¿Qué haces?
Mi mirada se cruza con la de Kosei.
Ella baja la vista y cierra el cuaderno.
—Nada importante —respondo, sintiendo que miento un poco.
Zuni suelta un bufido.
—Te llamo porque Rodrigo y yo pensamos que podríamos salir esta noche. ¿Te apuntas o sigues con tu ritual de escuchar discos y hacerte el pensativo?
Siento que Kosei se tensa levemente.
Miro el vinilo girando en la tornamesa. La voz de Mercedes Sosa sigue llenando el espacio, pero ahora hay algo incómodo en el aire.
Aprieto el puente de mi nariz.
—No sé, Zuni. Te aviso después.
—Ugh, siempre lo mismo. Bueno, no te tardes en decidir. Adiós.
La llamada se corta.
Guardo el teléfono en mi bolsillo y levanto la vista.
Kosei está mirando la tornamesa, pero no parece realmente concentrada en la música.
No sé qué decir.
Siento que el momento de antes se desvaneció, como si nunca hubiera existido.
Y eso me molesta más de lo que esperaba.