—¿A dónde vamos? —preguntó Fiona, hablando por primera vez desde que comenzó este viaje con Ewan, donde Sandro era el conductor. Zane también estaba con ellos, sentado en el asiento delantero junto a Sandro.
Sin embargo, ninguno de ellos le dio una respuesta a Fiona. Pero Fiona no era de las que se dejaban ignorar.
—Por favor, Ewan, dime a qué hospital me llevas —ella preguntó, manteniendo su tono ligero mientras sus ojos se desviaban intermitentemente hacia el área que los rodeaba.
Era más como las afueras de la ciudad, excepto que aquí no había ninguna alma viviente. No había casas, ni restaurantes, ni peatones. La vegetación también era escasa. ¿Iban a dejarla en un desierto arenoso y abandonarla allí para que muriera?
Fiona sacudió la cabeza. Ewan no haría eso, no cuando creía que su padre había controlado sus acciones, no cuando creía que ella no estaba en sus cabales.