—Ewan miró su teléfono confundido mientras marcaba el número de Zack por décima vez, solo para encontrarse con el mismo insistente timbre que llevaba directo al buzón de voz. ¿Dónde diablos guardaba el viejo astuto su teléfono?
—Ewan suspiró y marcó el número de nuevo. Cuando se repitió la misma respuesta anterior, apretó los dientes de irritación y guardó el teléfono en su bolsillo. Si Zack lo había bloqueado, ¡entonces lo encontraría en su casa!
—Con ese pensamiento plantado firmemente en su mente, se puso la chaqueta de su traje, que se había quitado antes cuando llegó a la oficina para trabajar, y salió de su despacho.
—Sandro, quien ocupaba la oficina contigua, al ver la determinación en el rostro de Ewan, abandonó los proyectos en los que estaba trabajando en su computadora, se levantó y cogió su propia chaqueta de traje.
—¿A dónde? —preguntó Sandro, poniéndose la chaqueta, apagando su computadora después.