—¿Hace unas horas?
La cabeza de Ewan estaba llena de preguntas, y luego de cansancio. Vaciló sobre sus pies, ligeramente irritado cuando sintió que Athena lo apoyaba—¡él no era un caso de caridad!
Esa irritación se transformó en ira ardiente cuando Antonio dio un paso adelante y retiró suavemente las manos de Athena de su cintura.
—Si necesita un sistema de apoyo, puedo serlo yo —afirmó Antonio.
Sin perder un momento, Ewan apartó las manos de Antonio, con lágrimas de humillación quemando detrás de sus ojos.
—¡Quita tus apestosas manos de mí!
—¡Maldita sea, amigo! ¡Solo intento ayudar! Si no lo quieres, mete tu culo ingrato en el coche y arranca —ladró Antonio, cruzando los brazos sobre su pecho y bloqueando a Athena.