—¡Estás loco! ¡Déjame ir, Asher! —Violeta luchaba ferozmente contra él, su frustración desbordándose. Pero sus esfuerzos eran en vano porque el agarre de Asher era como hierro, firme e inquebrantable.
—Te lo has buscado —respondió Asher con calma, su voz carente de malicia, pero llena de ese exasperante aire de autoridad que ejercía tan fácilmente—. Cada acción tiene consecuencias. Cúlpate a ti misma de esta, pequeño púrpura.
—¡Detén esto ahora! ¿Acaso has perdido la cabeza completamente, psicópata? —Violeta gruñía, retorciéndose con furia en un intento de liberarse.
—¿Psicópata? Quizás. Pero, ¿qué te hace eso a ti cuando desobedeces deliberadamente mis órdenes? ¿Cuando intentas dejarme atrás? Se supone que somos un equipo, ¿quién hace eso? —Asher se inclinó, su aliento caliente contra su oreja—. ¿Psicópata? Quizás. Pero, ¿qué te hace eso a ti cuando desobedeces deliberadamente mis órdenes? ¿Cuando intentas dejarme atrás? Se supone que somos un equipo, ¿quién hace eso?