—No creo que pueda seguir haciéndolo —sollozó Violeta, con su voz rompiéndose como vidrio destrozado. La culpa y el juicio que estaba a punto de enfrentar le impedían mirarlo a los ojos.
—Oye, oye —la voz de Alaric era reconfortante, suave pero firme mientras levantaba su rostro, obligándola a mirarlo. Violeta resistió al principio, pero él fue persistente.
—Mírame —exigió.
Y ella lo hizo.
A través de pestañas manchadas de lágrimas y visión borrosa, encontró esos ojos azules penetrantes, llenos de preocupación.
—Buen chica —murmuró Alaric suavemente, sus dedos rozando su mejilla para secar sus lágrimas.
Pero su ternura solo empeoraba las cosas. ¿Cómo podía traicionar esto? ¿Cómo podía mirar esos ojos, ver todo el calor y la devoción que él tenía por ella, y aún así desear a otro? Otros. ¿Estaba realmente tan rota?
—Te traicioné —confesó Violeta, con la garganta apretándose alrededor de las palabras. —Besé a Asher a tus espaldas.