Claro de Plata

El suelo bajo los pies de Violeta era irregular, y con la bolsa sobre su cabeza, significaba que sus pasos eran ciegos e inciertos. Por lo tanto, no fue sorprendente cuando tropezó, su pie enganchándose en lo que parecía una raíz o una roca.

—Con cuidado —susurró Alaric en su oído, su aliento cálido contra su piel mientras la atrapaba.

Como si ella quisiera las manos de ese traidor en su cuerpo.

Sin embargo, esa proximidad era todo lo que necesitaba. Violeta le clavó el codo en el estómago con toda la fuerza que pudo reunir.

Alaric dejó escapar un agudo oof, el sonido del aire saliendo forzosamente de sus pulmones. Un dolor se clavó en su estómago, y por un momento, se dobló, maldiciendo entre dientes. ¡Maldita sea, era bastante fuerte para ser humana!

—Está bien, me lo merecía —admitió, con la voz tensa mientras se enderezaba, tratando de recuperar el aliento.