La expresión de Román se iluminó en el momento en que vio acercarse a Violeta, observándola fijamente en cada paso como un depredador evaluando su presa.
—Empecé a pensar que no ibas a aparecer —la provocó.
Sin embargo, Violeta no estaba sonriendo. Sin titubear, le lanzó una camisa a la cara. —Póntela.
Román la atrapó con una mano, su ceño se arqueó en señal de interrogante. Llevó la tela a su nariz, oliéndola. —¿De quién es esta camisa?
No podía captar ningún olor. Si algo, olía a viejo.
—No importa —dijo Violeta con frialdad—. Póntela, o no vamos a tener esta conversación.
Román jugaba distraídamente con la tela. —¿Por qué? —Su voz se tornó burlona mientras dejaba que sus ojos recorrieran lentamente sobre ella, sabiendo exactamente cómo meterse bajo su piel—. ¿No te gusta lo que ves? —Gesticuló hacia su torso desnudo.
Negándose a bajar la mirada, Violeta mantuvo su expresión firme. —Pon. Te. La.