—Bienvenido de vuelta al mundo de los vivos, Alfa Roman —sonrió Abel a Román, quien se removía de su largo sueño. Debido a la gravedad de su condición, había sido sedado para prevenir mayores complicaciones.
En ese momento, él gruñó desde la cama de la enfermería, sintiendo un crujido en su tono. Se sentó, estirando el área afectada.
—Supongo que estoy en la enfermería —dijo, mirando a su alrededor.
—Sí.
—¿Qué hora es?
—8 p.m. —respondió otra voz, y Román giró la cabeza para ver a Adele acercándose con un portapapeles en mano, y sus hermanos cardinales detrás de ella.
«Oh genial», pensó Román internamente, seguro de que habían venido a burlarse de él y a echar sal en sus heridas.
—Bueno, bueno, bueno —Griffin fue el primero en hablar, el humor impregnando su tono—. ¿No es el famoso Alfa Roman? Menuda escena has montado hoy.
—Que te jodan —replicó.
—¿Cómo puedes decir eso cuando vinimos a ver cómo estabas? —el grandote bromeó más.
Román se frotó la sien.