Una Reina Satisfecha

Patrick salió de la casa del Rey Alfa, su columna vertebral recta como un bastón, y cada movimiento que hacía era medido y cuidadoso. Ni un solo destello de emoción pasó por su rostro, aunque por dentro, su corazón latía tan fuerte que sentía que iba a saltar de su pecho.

La fresca brisa nocturna atrapó el borde de su abrigo, pero Patrick no detuvo su paso. Caminó rápidamente hacia el coche negro que lo esperaba pacientemente en la acera. Su conductor, como siempre, se apresuró a abrir la puerta. Sin dedicarle una mirada, Patrick se metió en el interior y se acomodó en el asiento trasero.

En el instante en que la puerta se cerró con un clic, el coche se alejó de los pesados portones de seguridad de la finca del Rey Alfa, incorporándose a la amplia carretera bordeada de árboles antiguos.