—Ya te ves perfecto. Deja de moverte, Patrick —Cynthia regañó al doctor después de que se mirara al espejo por enésima vez.
Patrick suspiró. —Es solo la cicatriz. Todavía… —Dejó de hablar, gesticulando vagamente hacia su rostro, las palabras negándose a salir.
Su familia probablemente conocía la historia detrás de esa cicatriz, y sin duda se burlarían de él por dejar que un lobo lo venciera.
Pero Cynthia presionó una mano contra su pecho y dijo:
—Deberías llevar esa cicatriz como una insignia de honor. Sobreviviste a un ataque de lobo. No cualquier lobo, sino un alfa cardenal. ¿Cuántas personas pueden decir lo mismo? ¿Tu familia en especial?
Luego, levantándose de puntillas, lo besó brevemente. —El mundo es tuyo esta noche, mi amor. Hazlo tuyo.
Una lenta sonrisa cruzó el rostro de Patrick. Extendió la mano, ofreciéndosela, y Cynthia la colocó sobre la suya con un rubor tenue.
—Bueno, gracias —dijo suavemente.
De la mano, la llevó a la sala donde su familia esperaba.