Violeta Púrpura se encontró de nuevo en el club. La música era alta nuevamente, el bajo golpeando en sus huesos, mientras las luces parpadeaban en rojos y negros desorientadores.
En este momento estaba en el regazo de Asher, montándolo como si fuera una adicta y él fuera el subidón que perseguía. La cabeza de Asher estaba echada hacia atrás contra el sofá de felpa, su mandíbula apretada y boca floja de éxtasis, mientras sus manos apretaban sus caderas con fuerza.
Sus pupilas rasgadas estaban completamente dilatadas, devorándola mientras ella gemía, agitándose más y más fuerte como si nada más importara. Eso fue hasta que la sangre le hizo cosquillas desde su nariz.
—¿Qué demonios? —murmuró Asher, levantando su mano para limpiarla.
Violeta lo vio y no le importó. Incluso cuando su cuerpo de repente se sacudió debajo de ella, espasmando incontrolablemente, ella no se detuvo. Sus caderas seguían moviéndose con un deseo febril.