Una carta para la princesa

—Gracias a Dios, finalmente estás aquí —Ivy exhaló con alivio al abrir la puerta para ver a Violeta. Se hizo a un lado, solo para revelar a Griffin parado en la esquina con su habitual dulce sonrisa.

—¿Hola? —saludó Griffin, agitando la mano educadamente.

—Oh. Hola. —Ivy sonrió de vuelta, ligeramente desconcertada. Había esperado que Violeta viniera sola, pero claramente, ese ya no era el caso. Ahora que Violeta estaba vinculada, ella y Griffin iban prácticamente a todas partes juntos como gemelos unidos por la cadera.

—¿No somos bienvenidos? —preguntó Violeta cuando Ivy se quedó en la puerta, aún mirando.

—Oh, claro —dijo Ivy rápidamente, haciendo a un lado para dejarlos entrar.