Cassia White (2)

El conflicto de Cassia aumentó mientras observaba a su hijo disfrutar de la cena que él mismo había preparado.

¿Qué clase de madre era si tenía que ocultarle la verdad a su propio hijo? ¿En qué sentido era ella mejor a su madre loca y controladora?

Los pensamientos de Cassia se desbocaron, llenando su mente de preguntas que hicieron que el delicioso filete se volviera insípido a su paladar.

¿Era realmente por el bienestar de su hijo que ella actuaba de esa manera?

¿O solo era un intento desesperado de aferrarse a él, de no dejarlo ir para que no la dejara sola?

La angustia era casi abrumadoras, ahogándola con cada mirada robada hacia su hijo.

El miedo se filtró en su mente como una pequeña gota de veneno, pero Cassia se apresuró en ahuyentarlo, negando en silencio.

Si seguía así, ¿no era solo cuestión de tiempo que su hijo haga lo mismo que ella hizo a su edad y huya de aquello que lo ataba?

Cassia sentía que se ahoga, como si el aire no alcanzara para llenar completamente sus pulmones. Su mano apretó con más fuerza el tenedor en su mano, mientras luchaba por mantener su expresión calmada.

¿Por qué debía sentirse culpable y desesperada?

Todo lo que había hecho, lo había hecho por su hijo. Lo había mimado; lo había querido; lo había llevado a los mejores colegios; a su corta edad, su hijo ya había recorrido más lugares que la mayoría de personas adultas; lo llenaba de regalos, de las cosas que ella nunca había tenido a su edad; lo había criado con todo el amor que podía darle. Entonces, ¿por qué debería sentirse como una hipócrita? ¿Por qué se sentía como una mala madre solo porque le ocultaba algunas cosas?

No, no, ella lo hizo por él.... para protegerlo.

Todo fue por Noah, para mantenerlo a salvo.

Tenía que creérselo.

***

Cassia se tomó su tiempo para preparar todo como a ella le gustaba mientras las nubes de vapor inundaban el baño a su vez que el agua tibia calentaba aún más el ambiente. 

Luego de haberse obligado a pasar lo último de su cena por su garganta, Cassia dejó a su hijo a cargo de la limpieza y fue a tomar un baño... probablemente debió haberlo hecho antes de cenar, pero con tanto en su mente lo pasó por alto.

El agua tibia la recibió como una vieja amiga, relajando los músculos y los nudos apretados de su cuerpo mientras se vertía sobre ella.

Cassia cerró los ojos y dejó que el calor entrara en contacto con su pálida piel, envolviéndola en vapor mientras apoyaba las manos contra la pared, dejando que el agua relajara los músculos de su pequeña espalda.

Bajo la lluvia de agua tibia, mientras las vaporosas nubes de vapor envolvían su cuerpo, Cassia sintió como su mente empezaba a aclararse un poco, centrándose en el relajante sonido del agua.

Si tan solo pudiera detener el constante cuestionamiento de su mente, todo sería mucho más fácil... No debía sentirse mal por hacer lo que estaba haciendo, simplemente necesitaba recordarse constantemente de ello.

Cassia inclinó ligeramente la cabeza hacia atrás, con los ojos aún cerrados y el agua cayendo sobre sus hombros mientras dejaba salir un suspiro largo y agotado.

No había nada más en lo que preocuparse, no había nada más que el agua y ella misma, nada que hacer ni en lo que pensar.

Sólo ella... y la certeza de que su hijo la necesitaba.

Con cada momento que pasaba, con cada gota de agua que impactaba en su cuerpo, Cassia sentía que sus dudas y preocupaciones empezaban a desvanecerse.

Su mente se enfocó en ese simple hecho: su hijo la necesitaba, y debía protegerlo. Todo lo que estaba haciendo era por él, lo hacía por su bien.

Debía repetirse eso como un mantra.

El tiempo pasó, y eventualmente, Cassia salió del baño enredada en una bata blanca y se deslizó hacia su habitación, por los silenciosos pasillos.

Sin molestarse en ponerse ropa, se desplomó en su cama, disfrutando de la suave y acolchada superficie.

Con un suspiro de satisfacción, Cassia estiró perezosamente su brazo, frotando las yemas de sus dedos con un poco con maná, generando una pequeña chispa y encendiendo un pequeño velón que se encontraba cerca de la mesita de noche, dejando que su luz dorada iluminara la habitación.

En silencio, Cassia se quedó acostada, observando el pequeño velón como si fuera tremendamente interesante.

Era solo una simple vela de noche, en verdad no había nada de especial en ella y era perfectamente mundana... Y, aun así, ahí estaba ella, mirando el parpadear de la llama y como las sombras danzaban en las paredes en silencio.

Luego de unos largos minutos, finalmente Cassia pudo reunir la fuerza para salir de la cama. Con pasos vacilantes se acercó a su closet y lo abrió para rebuscar algo, finalmente extrajo uno de sus vestidos de noche.

Con su mano libre, Cassia agarró el vestido y lo deslizó fuera del armario y lo sostuvo delante de ella, girando ligeramente para observarse frente al espejo.

Observando la simple pero hermosa prenda de seda blanca, Cassia sintió un repentino impulso de sonreír. Algo como esto, tan simple pero tan significativo, una prenda que solo había sido tocada por su piel era algo imposible para su yo joven.

Observando a su alrededor, Cassia intentó recordar por un momento la pequeña y vieja casa donde creció. La vieja puerta que nunca se podía cerrar adecuadamente, los escalones que crujían si hacía el más mínimo movimiento, las paredes que dejaban filtrar el frio del exterior, los vecinos maleducados con su algarabía y gritos durante horas.

Algo por lo que su hijo no tendría que preocuparse nunca.

Después volver su mirada al espejo y de estudiarse a sí misma por unos segundos, Cassia se colocó el vestido y se volvió a mirar en el espejo, observando atentamente su reflejo.

La tenue luz del velón proyectaba sombras doradas en su figura y los tonos fríos de su piel pálida hacían que pareciera una escultura de mármol a sus propios ojos.

Ropa nueva y linda, una casa limpia y espaciosa, comida deliciosa todos los días, caprichos mundanos y ostentosos, cosas que solían ser un sueño lejano ahora eran una realidad para la niña que solía ser Cassia.

Lo que aquella niña no pudo disfrutar, Cassia lo podía disfrutar ahora, y mejor, podía compartirlo todo con su hijo.

Lo que sus padres no lo dieron, lo que no le pudieron dar, lo que se negaron a darle, Cassia se aseguraría de colmar a su hijo con ello.

"En este sentido soy mucho mejor madre que mi madre", murmuró Cassia con una suave sonrisa que iluminó sus suaves rasgos. "No... No solo en este sentido... soy mejor madre en todos los aspectos."

Incluso cuando le ocultaba cosas a su hijo, era un pequeño precio que debían pagar.

Juntos.

Porque Cassia no tenía a nadie más, huyó de todos.

Porque Noah solo tenía a su madre.

Juntos, mientras Cassia tenga a su hijo, al niño que había llegado para llenar el agujero solitario en su alma, estaba más que dispuesta a soportar toda la culpa.

Porque su amor por su hijo y su deseo de mantenerlo a salvo y lejos de esos degenerados creyentes fanáticos era mayor que cualquier culpa innecesaria.

Así que ella lo soportaría a toda costa. Si debía mantener la verdad oculta, lo haría. Si debía sacrificar su propia estabilidad y arriesgarse nuevamente a perder el control y a casi corromperse como esta tarde, lo haría.

Todo para él, todo por él.

Si Noah descubriera la verdad a tan tierna edad, ¿qué pasaría con la felicidad de ambos?

Todo lo que estaba haciendo era por él, lo hacía por su bien.

Cassia se volvió y abandonó la habitación. Su mente seguía llena de pensamientos e ideas que se desvanecían y reaparecían, como nubes atrapadas en medio de una tormenta.

Mientras caminaba por el largo pasillo, pudo percibir una débil luz que se colaba por la puerta entornada del cuarto de Noah.

Cassia se acercó y asomó la cabeza, ligeramente temerosa de volver a encontrarse con una escena como la de la vez pasada, pero para alivio, su hijo estaba sentado en el borde de su cama sujetando una guitarra y con auriculares puestos.

El amplificador descansaba a los pies de su cama, con cables conectados a la guitarra a los auriculares.

Cassia no pudo evitar sonreír suavemente al ver a su hijo con la guitarra entre sus manos, los ojos enfocados en el instrumento y un leve aire de concentración en su rostro.

El cuerpo del elegante pero jovial instrumento descansaba sobre su muslo mientras sujetaba la plumilla entre sus dedos y jugaba suavemente con la cuerdas mientras su mano libre hacía girara las... ¿clavijas?

Cassia no sabía mucho de instrumentos, pero disfrutaba de ver a su hijo jugar con ellos, y ante tal simple y despreocupada vista de su hijo afinando su guitarra, el pecho de Cassia se llenó de orgullo.

"Soy mejor madre", se repitió.

Después de todo, ¿cuándo pudo su pequeña yo jugar con algo que fácilmente podría alimentar a una familia por una semana?

Si la mujer que la había dado a luz viera las miles de libras gastadas en el juego de guitarra, seguramente gritaría, pero si viera las cientos de miles de libras gastadas en todo el cuarto de música, en todos los instrumentos y sus respectivos componentes, lo más probable es que sufra un ataque.

Si su madre supiera todo lo que Cassia gastaba en su hijo y lo mimado que era... Bueno, a Cassia no le importaba mucho.

Sin embargo, encontraba una especie de satisfacción en imaginar eso, imaginaba lo absolutamente enfurecida que estaría y lo roja de ira que se pondría, la bilis envenenada que escaparía de su veneno al ver todas las banalidades derrochadas en tonterías como esa.

Por supuesto, todas esas banalidades valían la pena con tal de ver a su adorado y precioso hijo relajado en casa.

Todo lo que su pequeño yo nunca pudo siquiera soñar, estaba aquí, en las manos de su hijo, para que las disfrutara.

Cada cosa que había hecho, cada decisión que había tomado, todo había sido por su hijo. Para darle una mejor infancia de la que ella misma había podido tener. Su hijo nunca sufriría lo que ella había sufrido; Cassia se aseguraría de eso.

Incluso si eso significaba mantenerlo en su pequeña jaula.