Clara limpió un rastro de lágrima que quedaba en la esquina del ojo de Noah antes de suspirar y recostarse contra el respaldo de la cama.
Aunque le tomó un tiempo, finalmente logró hacer que se calmara y conciliara el sueño.
Pasando la mano por el suave cabello blanco de Noah, observó un poco su rostro. Su apariencia era tan pura e inocente que hasta era fácil olvidar el poder que se alzaba en lo más profundo de su ser.
Con algo de duda, volvió a colocar su mano sobre su pecho que subía y bajaba con cada respiración y envió otro pulso de maná por su cuerpo, aunque esta vez pudo mantener su control por unos segundos más, el resultado fue el mismo.
"Raro..." murmuró.
¿Realmente había hecho un contrato en secreto?
***
En lo profundo de un espacio que parecía separado de la realidad, únicamente reinaba la oscuridad oscilante del vacío y ruinoso castillo.
Nada se movía, no se podía detectar respiración alguna y ningún ruido rompía con el silencio. Hasta que, de repente, la oscuridad comenzó a romperse.
A lo largo del castillo aparecieron pequeñas luces, moviéndose como luciérnagas de izquierda a derecha, arriba y abajo, formando círculos y patrones abstractos.
Iluminado por la titilante luz de las luciérnagas, se descubrió el interior de una habitación que parecía nacer de las entrañas del castillo. En el centro de la misteriosa habitación yacía una extensa y redonda mesa moteada con extensos patrones que parecían relatar la historia de un mundo olvidado.
Sentado a la mesa había una entidad pequeña y delicada oculta tras espesas capas de tela negra con grandes ojos de un azul neón que se iluminaban débilmente en la oscuridad.
"Esto... esto es magnífico..." susurró, su voz sonaba joven, incluso infantil, pero carente de inocencia. "Finalmente lo sentí..."
Haciendo eco a su murmulló, la habitación comenzó a llenarse de figuras encapuchadas que expresaban su alegría y fervor cruzando sus manos frente a su pecho.
La habitación que permaneció vacía por años, finalmente se había vuelto a ocupar, y no era por menos, después de años de silencio, finalmente volvieron a sentir el aliento del hijo de su Señor.
Fue débil y fugaz, pero indudablemente suyo.
"Su llegada es inminente..."
La voz suave y fanática de uno de los encapuchadas rompió el silencio con su declaración, la expectación brillaba en su mirada aunque estuviera escondida tras su capucha.
"Estamos listos..." otra voz susurró, con sinceridad en su tono.
"¿¡Esto quiere decir que finalmente despertó-!?", exclamó otro, sin poder contener su emoción.
La pregunta fue rápidamente silenciada cuando un grupo de encapuchados le cubrió la boca y lo obligó a postrarse de rodillas frente a la pared que permanecía oscura.
El motivo porque el nadie se había atrevido a hablar en voz alta era porque dicha pared permanecía oscura.
La pequeña y delicada figura lo observó disgustado por su falta de respeto antes de saltar de su asiento.
"Tienes suerte de que esta tierra no se pueda manchar."
Con cada pasó que daba, su figura crecía hasta tomar la forma de un adulto, y como si de una extensión de sí mismo se tratara, su ropa creció con él.
"Escarcha y Vacío", susurró débilmente, saboreando cada letra.
La figura, ya no tan delicada, se arrodillo con extremado cuidado ante la pared, pegando la frente al suelo tanto como fuera posible, y uno a uno, el resto de encapuchados hizo lo mismo mientras débiles murmullos salían de sus labios secos y agrietados.
"Escarcha y Vacío."
"Escarcha y Vacío."
"Escarcha y Vacío."
"Escarcha y Vacío."
Respondiendo a las suplicas de los fieles creyentes, las luciérnagas comenzaron a pulular por toda la habitación y con mayor velocidad de manera que quedaron pegadas a las paredes. Las más rápidas se adhirieron a la pared que parecía tragada en sombras, adquiriendo un tono dorado y formando la silueta de un ojo rodeado por anillos brillantes que terminaron de iluminar el lugar.
"Es como un sueño hecho realidad..." murmuró la entidad, con su frente pegado al suelo, pero aun así con su atención puesta sobre el ojo dorado.
"Tan perfecto..." murmuró uno de los encapuchados.
"Silencio."
Los murmullos se murieron tan rápido como comenzaron por la autoridad en la voz del líder.
"Esto... esto no es una ilusión", sollozó con voz quebradiza. "Se acabó la espera..."
Cada una de las figuras encapuchadas derramó lágrimas de júbilo mientras agradecían y golpeaban su frente contra el suelo, considerándose indignos de poder presenciar esto.
"Levántense, hermanos, pues en este gran momento ustedes deben de mantenerse dignos a sus ojos."
Los fieles siguieron su orden y sus cuerpos se alzaron del suelo, con expresiones tan llenas de veneración que ni el más devoto monje podría compararse a ellos.
"Todo se debe a Él."
Lentamente, cada uno de los fieles encontró su lugar en la gran mesa, aun sin poder contener las lágrimas de alegría.

Cuando todos estuvieron más tranquilos, El líder les dirigió una sonrisa que brilló dentro de la bruma de su capucha a sus hermanos y hermanas.
"No hemos pasado por tantos obstáculos y perdido tantas hermanos y hermanas en vano, y hoy, finalmente nuestros sacrificios están siendo recompensados."
Los fieles asintieron en silencio, la adoración era palpable tanto en sus expresiones como en su presencia.
"Esta tierra tiene tiempo preparando este fruto", musitó suavemente una mujer, con voz casi cantada, y los demás murmuraron en señal de asentimiento. "Y finalmente nuestro Niño Divino se regocijara con él."
"Que más que un recompensa", exclamó el líder, apoyando sus palmas en la mesa y sonriéndole ampliamente a los seres encapuchados. "Es un honor."
Las palabras hicieron eco en el corazón de cada creyente que se estremecía ante la importancia de lo que estaban a punto de presenciar.
"Estar atento y no desperdiciarlo."
La tensión creció unos instantes, como si fuera un suspiro atrapado en toda la habitación.
Las luces de las paredes comenzaron a brillar con más intensidad, acompañando a las luciérnagas que ahora formaban remolinos rápidos, formando imágenes vagas.
Uno por uno, cada rostro volvió hacía el ojo dorado. Su forma se sentía omnipresente, envolviendo a todos con su presencia.
"Cada uno de ustedes tiene su lugar a su lado..."
El silencio del líder parecía resonar en el corazón de cada creyente, pues se volvieron más atentos a su palabra.
"Estamos ante una oportunidad única en la vida", exclamó, levantando sus brazos al cielo. "Esto va más allá de la religión, incluso de la lógica, esto es un milagro que hemos ayudado crear."
"Él es más que divino..." musitó una figura, con voz temblorosa.
Cada palabra susurraba por la habitación como un suave beso, calando hasta la médula. El corazón de cada fiel latió cada vez más rápido a medida que su líder continuaba, cada vez más cerca del éxtasis.
"El destino y el orden del universo están a punto de romperse ante nuestros ojos", dijo un hombre en voz baja pero clara, su tono estaba teñido de anticipación.
"Y nosotros somos los más afortunados de poder verlo."
Los murmullos volvieron a esparcirse por la habitación, cada palabra era como un sermón que describía la gloria que estaban a punto de presenciar.
Algunos suspiraron ante tanta maravilla, su fe no podía desbordarse más.
"Por la Escarcha y Vacío..."
"¡Sí!"
"¡Escarcha y Vacío!"
"¡Por la Escarcha y Vacío!"
"¡Escarcha y Vacío!"
Los fieles se levantaron de sus asientos para volver a inclinarse en dirección a el ojo dorado, algunos incluso se dejaban caer hacia al suelo y se abrazaban con reverencia en dirección al ojo dorado.
Las luces se volvían más y más cegadoras y los fieles comenzaron a sentirse extasiados por el poder que estaba despertando ante ellos.
"¡Escarcha y Vacío!"
"¡Escarcha y Vacío!"
Todos los fieles cantaban coros fervientes de alabanzas a su Niño Divino.
La habitación comenzó a vibrar conforme las luces se volvían más rápidas y las figuras encapuchadas seguían el ritmo, sin importar lo difícil y cansado que fuera.
El corazón de cada creyente vibraba con tanta fuerza que parecía que en cualquier momento iba a salirse de su pecho.
Algunos tenían lágrimas corriendo por su rostro, y otros gemían de alegría y reverencia a la presencia que estaba naciendo ante sus ojos. Todos ellos estaban perdidos en la esencia del Niño Divino que estaba volviendo a abrir los ojos.
"¡Por el Gran Kryos!"