capitulo 9 prt 2

El ambiente estaba tenso en la clase 1-6, todos preparándose para los duelos que marcarían el destino de su clase. Yoge Hagame estaba en su lugar, con su rostro inexpresivo como siempre, observando en silencio mientras el resto de los estudiantes discutían en voz baja sobre las competencias. Haruka Shimizu, por otro lado, estaba distraída, pensando en todo lo que debía hacer para asegurar que su clase tuviera alguna oportunidad de ganar.

De repente, la puerta se abrió con un leve crujido, y el profesor Kenji Takamura ingresó al salón con su característica actitud seria. Todos se callaron de inmediato y se pusieron en posición.

—Buenos días, alumnos —dijo con voz autoritaria—. Espero que estén listos. Hoy serán las pruebas, y estoy seguro de que ya todos saben lo que eso significa.

La clase estaba llena de nerviosismo, pero también de una extraña sensación de anticipación. Takamura hizo una pausa, observando a todos los estudiantes antes de continuar.

—Una cosa que olvidé mencionar —dijo, mirando de manera calculadora a cada uno— es que el líder de la clase tiene la opción de competir si lo desea en cualquier competencia. Así que... Ayano Kazami, si tú quieres, puedes elegir qué competencias vas a participar, y también decidir quiénes serán los que compitan en las competencias.

La clase 1-6 lo observó con atención. La presión recayó sobre Ayano Kazami, quien de inmediato se enderezó, mostrando una sonrisa confiada, aunque algo nerviosa.

—Está bien, profesor —respondió Kazami, mirando al resto de la clase—. Daremos lo mejor para nuestra clase, ¿no es así, chicos?

Varios levantaron la mano en señal de apoyo, con algunos mostrando sonrisas de entusiasmo, mientras otros se veían tensos, aunque intentaban aparentar confianza. De repente, un chico que se encontraba sentado en la fila del frente levantó la mano con actitud desafiante. Era Din Kozikun.

—Profesor, ¿crees que podremos ganar así? —preguntó, mirando al frente con desdén—. Toda esta clase es patética. Yo no merezco estar en esta clase.

Las palabras de Din Kozikun resonaron en el salón, y varios estudiantes intercambiaron miradas incómodas. Uma Umezawa, que se encontraba cerca de él, se levantó rápidamente, frunciendo el ceño.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? ¡Eres un idiota! ¡Esta es tu clase! —dijo con furia, pero Kozikun no parecía afectado.

—Estoy en la clase equivocada —respondió Kozikun con desprecio—. Ustedes son unos idiotas.

El profesor Takamura, al ver la creciente tensión, alzó la mano para calmar la situación.

—¡Suficiente! ¡Siéntense todos! —ordenó con firmeza.

Kozikun, con una sonrisa arrogante, se dejó caer en su asiento, dejando claro que no iba a participar en los duelos. Kazami, al escuchar sus palabras, no pudo evitar pensar en lo que eso significaba para ella.

—Maldición —pensó Kazami, sintiendo la presión sobre sus hombros. Su elección para la competencia de boxeo era precisamente Kozikun, pero ahora no sabía qué hacer—. ¿Ahora qué haré?

El profesor, ajeno a los pensamientos de Kazami, se acercó a la pizarra y escribió las tres competencias que la clase 1-5 había elegido.

—Estas son las competencias para las que la clase 1-5 ha decidido competir —dijo, señalando la pizarra—. Boxeo, Atletismo y Matemáticas Avanzadas.

Al escuchar la lista, varios murmullos recorrieron la clase. Las competencias no eran sencillas y, por lo que parecía, la clase 1-5 estaba eligiendo cosas en las que se sentían fuertes. Kazami, al ver las competencias, frunció el ceño. Había elegido la competencia de damas sin pensar mucho en las otras opciones, pero la mención del boxeo le preocupaba ahora.

—¿Boxeo? —murmuró Kaede Tanaka, con voz temblorosa—. ¿Pero quién será el que participe para nuestra clase?

Murata, el chico torpe y algo inseguro, también levantó la mano. Se notaba que la incertidumbre lo afectaba más de lo que quería admitir.

—Profesor, ¿qué haremos si nadie puede participar? —preguntó, con la mirada preocupada.

Kenji Takamura no parecía perturbado por la pregunta y, con calma, respondió:

—En ese caso, tendrán que rendirse en esa competencia. Lo dijo de manera seca sin más.

Un escalofrío recorrió la clase. Las palabras del profesor eran claras: había consecuencias por perder.

Haruka Chimizu no podía dejar de pensar en lo que significaba para la clase 1-6 estar en una situación tan desventajosa. Miraba a su alrededor, observando cómo algunos estudiantes trataban de mantenerse serenos, pero era evidente que la mayoría no confiaba en su capacidad para ganar.

El profesor Takamura, observando la inquietud en los rostros de sus alumnos, continuó:

—Ahora bien, estas son las competencias que Kazami eligió para nuestra clase.

Se giró hacia la pizarra, donde escribió las elecciones de Kazami:

—Damas, Lengua Japonesa, y Geografía Avanzada.

Un murmullo recorrió la clase al escuchar "damas". Algunos estudiantes no podían creer lo que acababan de oír.

—¿Damas? —dijo Umezawa, sorprendida—. ¿Kazami, por qué elegiste eso?

Kazami se tensó un poco, notando que todos la observaban con ojos curiosos. Se sintió algo incómoda, pero rápidamente se recompuso.

—Es lo que he decidido —respondió con una sonrisa nerviosa, tratando de calmar a la clase—. Lo importante es que daremos lo mejor de nosotros.

Sin embargo, el ambiente seguía siendo tenso. Haruka Chimizu, que no pudo evitar escuchar en la conversación, pensó: ¿Damas? ¿Acaso escuchó mi conversación con Hagame?

Yoge Hagame, sin perder la calma, miró en silencio a la clase. Su rostro inexpresivo no transmitía ninguna emoción.

Umezawa, por otro lado, no podía ignorar la elección de Kazami.

—El único que conozco que es bueno en las damas es Hagame —dijo con una expresión de duda, mirando a Yoge.

Todos los ojos se posaron sobre Yoge. Sin embargo, este permaneció impasible.

—¿Eh? —dijo, rompiendo el silencio con su voz calmada y monótona.

Umezawa, sorprendida, le dijo:

—Hagame, tendremos que contar contigo.

Yoge, como siempre, no mostró ninguna emoción al respecto, simplemente asintió levemente.

Kenji Takamura, quien observaba con atención la interacción, se dirigió a todos los presentes.

—Escuchen bien —dijo, con una seriedad que hizo que todos prestaran atención—. Sólo cinco alumnos de cada clase podrán participar en las competencias académicas, como Matemáticas Avanzadas. Luego, las puntuaciones de cada clase se sumarán, y la clase con la mayor puntuación será la ganadora.

La clase 1-6 se quedó en silencio, procesando la información. Todos sabían que las competencias de Matemáticas y Geografía eran de alto nivel y que la competencia por esos lugares sería feroz.

Haruka, observando a sus compañeros, sentía una extraña mezcla de incertidumbre y determinación. ¿Serían capaces de superar a la clase 1-5 en esos duelos?

La tensión continuó creciendo mientras todos se preparaban para el gran desafío que se avecinaba.

El martes continuaba con su ritmo imparable y, mientras las horas avanzaban, Ayano Kazami se encontraba sumida en pensamientos intensos en su asiento. La presión sobre ella se sentía como un peso insoportable, y su mente no dejaba de dar vueltas en torno a las decisiones que había tomado para las competencias. La elección de las damas, una decisión aparentemente trivial, comenzaba a ser un obstáculo cada vez más grande. No solo por lo que significaba para su clase, sino por la presión interna que sentía de no querer defraudar a los demás.

El salón estaba tranquilo, con todos los estudiantes en receso, menos uno. Ofcu Caisawa, su compañero de clase, seguía dormido como siempre, en su rincón del aula. Kazami, casi ajena a su presencia, luchaba por encontrar una solución, por encontrar algo que la sacudiera de esa espiral de dudas.

De repente, la puerta del salón se abrió con un crujido leve, y Yoge Hagame entró en silencio. Sus pasos eran tan suaves que casi parecían parte del aire. Como siempre, su rostro inexpresivo, impasible. Sus ojos barrían el salón con una mirada de indiferencia, hasta que se fijaron en Kazami, quien no parecía estar en su mejor momento.

"Kazami, sucede algo?" dijo Yoge con su tono usual, sin ninguna emoción.

Kazami lo miró con un destello de sorpresa. No esperaba que alguien se acercara. Era como si estuviera esperando que el mundo se olvidara de ella durante unos momentos más. Sus dedos jugaban nerviosamente con la tela de su uniforme.

"No, ya te lo dije, Hagame, no necesito tu ayuda ni la de Chimizu", respondió rápidamente, tratando de mantener su postura de líder, aunque no le era fácil.

Yoge la observó en silencio, como si estuviera sopesando sus palabras. Luego, con su voz monótona, dijo: "¿Por qué escogiste las damas?"

Kazami lo miró, desconcertada. No esperaba esa pregunta de él. Sus ojos lo buscaban, pero no encontraba ninguna respuesta clara. ¿Qué podía decir? ¿La verdad? ¿O seguiría manteniendo esa fachada de seguridad? Tras unos segundos de tensión, murmuró: "Es que... yo... soy buena en ese juego".

Yoge asintió con la cabeza, sin dar señales de sorpresa, y dijo de manera casi mecánica: "Ya veo. En ese caso, juguemos".

Kazami parpadeó, desconcertada. ¿Jugar? ¿Él? No lo entendía. Pero algo en su interior le decía que no podía dejarlo pasar. Con una mezcla de dudas y curiosidad, aceptó, y ambos se dirigieron a la biblioteca, el lugar donde generalmente los estudiantes se retiraban para estudiar o reflexionar en silencio.

El lugar estaba vacío, un ambiente perfecto para el juego. Yoge, con su rostro siempre inexpresivo, ya tenía el tablero de damas sobre la mesa, con las piezas puestas. "Adelante, siéntate", dijo sin cambiar la expresión.

Kazami se sentó, aún confundida por la situación. Pero su determinación estaba a punto de salir a la superficie. "Verás lo buena que soy, Hagame", dijo con algo de rabia contenida.

La partida comenzó. En los primeros minutos, Kazami intentaba controlar el juego con movimientos rápidos y decididos, pero Yoge, sin prisa, movía sus piezas con una precisión escalofriante. Cada uno de sus movimientos parecía anticipar los de ella, y a medida que pasaban los minutos, la tensión se acumulaba.

Cinco minutos después, Yoge dijo, con su tono neutral, "6 a 0, no eres buena, Kazami".

Kazami miró el tablero, completamente derrotada. No pudo creerlo. Se dejó caer sobre la mesa, apoyando su cabeza y cerrando los ojos, agotada. Había perdido de manera aplastante.

"No es justo... quiero la revancha. Esta vez te ganaré", murmuró con voz baja, casi resignada.

Pero Yoge, sin siquiera mirar hacia ella, respondió con su tono impasible: "Has dicho eso cinco veces más".

Kazami levantó la cabeza y lo miró con frustración. "¡Esta vez te ganaré! Te lo prometo."

Yoge la miró de reojo, sin decir nada. Por un momento, Kazami pensó que él podría tener alguna expresión, algún rastro de interés, pero no. Simplemente se limitó a decir: "Escúchame, Kazami. ¿Qué harás si la clase pierde?"

Kazami, sorprendida por la pregunta, se quedó en silencio por un segundo. "Eso no pasará", respondió rápidamente, queriendo calmar sus nervios.

Pero Yoge no se dejó engañar. "Está bien, lo que tú digas. Pero te pido un favor", dijo, levantándose de la silla, sin apresurarse. "No me elijas para la competencia de damas".

Kazami parpadeó. "¿Qué? Pero tú eres la única opción que tengo. ¿Por qué no lo harás?"

Yoge la observó por un segundo, sin ninguna emoción. "Elígeme para el combate de boxeo", dijo, y se levantó sin esperar respuesta.

Kazami lo vio alejarse sin comprender bien lo que acababa de suceder. "¿Qué? Espera, Hagame", gritó, levantándose de su asiento, pero él ya se había ido.

Kazami se quedó sola en la biblioteca, pensativa. "Entonces... ¿Hagame quiere que lo elija para el combate de boxeo?", murmuró para sí misma, sin poder creer lo que había escuchado.

Luego, un pensamiento le atravesó la mente, y frunció el ceño. "Pero... ¿por qué? ¿Qué pretende con esto?"

Al principio, quería rechazar la idea, pero la lógica de lo que había sucedido no la dejaba en paz. ¿Acaso Yoge había manipulado toda la situación? Probablemente, él tenía algún plan detrás de todo esto. Kazami suspiró y dejó caer su cabeza en la mesa. "Como sea... si este idiota quiere que lo maten, no es mi incumbencia", pensó, respirando hondo. "No queda de otra. Lo elijere para el boxeo".

Mientras tanto, Yoge caminaba por los pasillos de la preparatoria Kurohime, su rostro inexpresivo como siempre. Este era el plan desde el principio, pensaba. Kazami es solo una pieza valiosa que debo cuidar.

Con su usual calma, Yoge continuó su camino, sabiendo que cada movimiento estaba perfectamente calculado.

Ya estaban por empezar los duelos .

La sala era amplia, con filas de asientos organizadas para los estudiantes de la clase 1-5 y 1-6. Cada grupo estaba separado, y la tensión entre ambos bandos era evidente.

De repente, el líder de la clase 1-5, Ryu Mitsubishi, avanzó con paso seguro hacia los del 1-6. A su lado, Ximori Hohime caminaba en silencio, con su expresión neutra de siempre, sin inmutarse ante la situación.

Ryu sonrió con su típica arrogancia y, cruzándose de brazos, dijo en tono burlón:

—Hola, perdedores. Les deseo suerte, aunque dudo que ni con eso les alcance. Jaja.

Algunos estudiantes del 1-6 fruncieron el ceño, pero antes de que alguien pudiera responder, Ryota Nishimura habló con una sonrisa confiada:

—Los de la clase 1-5 son una pérdida de tiempo.

La burla hizo eco en el ambiente. Ryu entrecerró los ojos y giró la cabeza hacia Ryota con una sonrisa afilada.

—Vaya, vaya... Ryota Nishimura, ¿eh? He escuchado que eres un egocéntrico.

Ryota soltó una risa corta y cruzó los brazos con actitud desafiante.

—No tanto como tú, Mitsubishi.

Los dos se quedaron mirándose fijamente. La tensión se palpaba en el aire, como si en cualquier momento fueran a saltar chispas entre ellos.

Antes de que la situación escalara, la pantalla gigante en el centro de la sala se encendió con un sonido fuerte. Un mensaje apareció en letras grandes:

"Los duelos están a punto de comenzar. Los líderes de cada clase, tomen asiento en la sala de estrategia."

Los ojos de todos se dirigieron a la pantalla. Ryu Mitsubishi soltó una leve carcajada y miró a su grupo antes de darse la vuelta.

—Nos vemos en el campo de batalla, perdedores.

Dicho esto, Ryu se alejó con Ximori siguiéndolo en silencio.

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En una habitación separada, Ayano Kazami estaba sentada con los brazos cruzados. Se notaba algo tensa, pero intentaba mantener la compostura. A su lado, el profesor Kenji Takamura la observaba con interés, mientras que la profesora Nanami Ioko esperaba en silencio la llegada de Ryu Mitsubishi.

La puerta se abrió y Ryu entró con su sonrisa egocéntrica de siempre.

—Buenas tardes, profesor Takamura —dijo con voz relajada antes de mirar a Ayano—. Hola, Kazami-san.

Ayano levantó la vista y lo observó con expresión neutral.

—Que gane la mejor clase —respondió, ocultando su nerviosismo.

Ryu sonrió de manera confiada y extendió la mano.

—Igualmente, Mitsubishi-kun.

Ambos se dieron un apretón de manos breve, cargado de tensión. Luego, Ryu se acomodó en su asiento y saludó a la profesora Ioko con un gesto despreocupado.

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¿Dónde está Yoge Hagame?

De vuelta en la sala principal, Haruka Shimizu observaba la pantalla central con el ceño fruncido.

—¿Dónde estás, Hagame? —pensó con molestia—. Los duelos están por empezar y ni siquiera has aparecido.

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Mientras tanto, Yoge Hagame estaba en el baño, lavándose la cara con calma. Su reflejo en el espejo mostraba su típica expresión inexpresiva.

Justo en ese momento, la puerta del baño se abrió y un estudiante entró. Kehn Osma, un chico de apariencia seria y rostro frío, caminó sin siquiera mirar a Yoge y se metió directamente en uno de los cubículos.

Yoge no le dio importancia y se secó las manos con tranquilidad antes de girarse para salir.

Pero dentro del cubículo, Kehn Osma estaba sentado, sin hacer nada en apariencia... pero en sus manos tenía una pequeña bolsa con una sustancia misteriosa.

Miró la bolsita con una sonrisa casi imperceptible. Luego, abrió la puerta del cubículo apenas lo suficiente para asegurarse de que no hubiera nadie cerca.

El baño estaba vacío.

Osma volvió a encerrarse y abrió la bolsa, inhalando el olor de la sustancia.

—Esto es increíble… —murmuró para sí mismo.

En ese instante, una voz fría rompió el silencio del baño.

—¿Consumir drogas es increíble?

El cuerpo de Osma se tensó al instante. Guardó la bolsa rápidamente y abrió la puerta del cubículo de golpe.

Ahí, de pie en la entrada del baño, estaba el mismo chico que había ignorado antes.

Yoge Hagame lo miraba con su rostro inexpresivo, las manos en los bolsillos.

Osma frunció el ceño.

—¿Tú quién eres? —preguntó con voz fría.

—¿Por qué consumes drogas siendo tan joven? —respondió Yoge, con su tono indiferente de siempre.

Osma apretó los dientes.

—Eso no son drogas. ¿De qué estás hablando?

—Dime la verdad. ¿Por qué consumes drogas?

La paciencia de Osma se agotó.

—¡No son drogas, carajo! —gruñó, apretando los puños.

Yoge lo observó con la misma expresión vacía.

—Entonces, dime… ¿qué es?

—No te metas, idiota —gruñó Osma y, sin dudarlo, lanzó un puñetazo con la izquierda hacia la cara de Yoge.

Pero Yoge lo esquivó con facilidad, apenas moviendo la cabeza.

—¿En serio quieres usar la violencia?

Osma sonrió de manera peligrosa.

—Claro. La violencia siempre es la mejor solución.

Yoge inclinó ligeramente la cabeza.

—Pensabas usar esas drogas para el combate de boxeo, ¿cierto?

Osma se detuvo.

—¿Y qué si lo iba a hacer? Nadie lo sabrá… y nadie te creerá.

—No es mi palabra contra la tuya —dijo Yoge.

Entonces, sacó su teléfono y mostró la pantalla… había estado grabando toda la conversación.

Osma sintió un escalofrío.

—Es tu palabra contra la tuya.

Los ojos de Osma se abrieron con furia.

—¡Maldito! ¡Dame eso!

Lanzó un jab directo a la cara de Yoge.

Pero Yoge lo esquivó con facilidad otra vez.

—Cálmate.

Osma no escuchó y volvió a atacar con un gancho, pero Yoge bloqueó el golpe sin esfuerzo.

—¿Acaso también sabes boxeo? —murmuró Osma, sorprendido.

Yoge lo miró sin expresión.

—No. Simplemente sé jugar a las damas.

Osma se lanzó con un gancho al mentón, pero esta vez, Yoge se movió con rapidez y bloqueó el golpe con facilidad.

—Suficiente.

Con un movimiento calculado, Yoge le lanzó una leve patada en la pierna, haciéndolo perder el equilibrio.

Osma cayó de espaldas.

Antes de que pudiera reaccionar, Yoge lo golpeó en la cara, lo suficiente para desconcertarlo, pero sin noquearlo.

Osma quedó en el suelo, aturdido.

—Maldito… —susurró, tratando de levantarse.

Yoge lo miró sin emoción.

—¿Quieres que lo que he grabado no se haga público?

Osma tragó saliva.

—Me las pagarás…

—Recuerda que esto amerita expulsión, Osma.

El rostro de Osma se llenó de pánico. Su destino estaba en manos de Yoge.

Finalmente, suspiró con frustración y bajó la cabeza.

—¿Qué es lo que quieres…?

Yoge Hagame miro a osma con su rostro inexpresivo

—escucha con atención...