En algún lugar en Snowstar.
En un sótano tenuemente iluminado, un leve olor a madera mohoso y podrido se extendía a través del espacio estrecho, haciendo que permanecer en este sótano fuera muy incómodo. Sin embargo, había varios jóvenes reunidos alrededor de una pequeña mesa con pinzas de ropa tapando sus narices, ya que era la única forma de dejar de oler el hedor. Uno de los jóvenes era Oliver, cuya irritación era tan clara como el cielo. El sótano pertenecía a uno de sus amigos, quien lucía algo avergonzado.
—Está bien… ¿Saben por qué estamos aquí? —Oliver vio a todos asentir. Algunos de sus amigos lucían pálidos e inquietos.
—¿Qué les pasa a ustedes dos? —preguntó a los dos jóvenes, que no podían quedarse quietos. Se miraron antes de responder.
—Es sobre Isaac… ¿Y si ya se lo dijo a sus padres? ¡Estaríamos jodidos!
Venas negras gruesas emergieron de la frente de Oliver. —Cálmense. Isaac es un maldito cobarde, y probablemente esté acobardado en su dormitorio.