El arte de la alquimia era profundo. Encarnaba la esencia de convertir los materiales bajo los cielos y la tierra para producir efectos milagrosos e inesperados. Realmente desafiaba al cielo.
De hecho, la Escritura del Pecado explicaba que el propio acto de la alquimia no se consideraba una acción neutral, sino un afronte a los Daos Celestiales. La suerte kármica nunca se relacionará con lo antinatural. Por lo tanto, un cultivador nunca se toparía con una "píldora inmortal" o un "elixir terrenal" por una casualidad afortunada proporcionada por el cielo.
Mientras que podrías encontrar frutos, minerales o aguas que tenían efectos celestiales milagrosos, estos no eran píldoras sino productos de la naturaleza regulados por los propios Daos Celestiales.
Mientras que el arte de la alquimia no acumulaba pecado kármico, tampoco recibiría el apoyo de los Daos Celestiales.