Sobre la Montaña del Origen Extremo, dentro de la octava Capa Celestial, el Palacio Celestial de Qin Rui flotaba elegantemente sobre un lecho de nubes. Entre los numerosos Palacios Celestes que existían, el suyo era el más pequeño, el más blanco y exudaba un aura de yin que helaba el entorno. Este ambiente suyo obligaba a todos sus sirvientes y subordinados, incluso a sus discípulas, a ser solo mujeres.
Cuando llegaban hombres, necesitaban una herramienta especial para evitar que el aura gélida de yin penetrara su carne, entrando en sus huesos y sangre. Si lo hacía, podrían sufrir mutaciones, incluso volverse impotentes. También hacía que ningún personaje masculino, independientemente de su estatus, se atreviera a poner pie en su Palacio Celestial sin permiso.