Había pasado poco más de un año desde aquel día fatídico, un día que había quedado grabado en el corazón de Wen Mingna como un grabado en piedra astral. El día en que había vuelto a encontrarse con Wei Wuyin, no como el joven novato del Continente de Antaño Múltiple del Campo Estelar Tri-Visión, sino como el bien establecido, temido, adorado y reverenciado Príncipe del Everlore.
Antes de ese año, ella había luchado silenciosa y diligentemente para hacerse un camino, uno en el que no sería considerada como una mujer insignificante de belleza efímera, sino como una cultivadora con potencial de algún día estar en la cima. Su crianza en la realeza no había malcriado sus ojos ante las dificultades del mundo. No, de hecho, había ampliado su perspectiva mientras mantenía una mente clara y abierta.