Tócame

Aina hundió sus dedos en los pesados hilos del cabello de Leonel. Nunca había experimentado una sensación tan embriagadora antes.

Cuando Leonel le robó descaradamente su primer beso, su corazón había latido y su mente se había vuelto nublosa. Pero, ese momento había estado lleno de inocencia y pureza. Era el tipo de recuerdo que llenaba de dulzura.

Pero en este momento, Aina no sentía dulzura. Sentía calor, como si todo su cuerpo estuviera ardiendo desde adentro hacia afuera. Sin embargo, en lugar de querer separarse de Leonel, solo quería acercarse más.

Leonel podía sentir el mismo calor. Y tal vez, de alguna manera, era aún más potente para él.

Aina podría ser pequeña, pero su pecho tenía un volumen que lo dejaba sin palabras. Su rostro podría estar marcado, pero él no podía encontrar ni un solo otro defecto en su cuerpo. Todo, desde su toque, hasta su aliento, hasta la sedosa suavidad de su piel lo dejaba aturdido.