El momento en que la andanada de Leonel comenzó, la atmósfera pareció cambiar.
Como si la tierra se hubiera abierto y demonios desde las profundidades del Infierno estuvieran arañando su camino hacia adelante, una frialdad penetrante flotaba en el aire, aferrándose a sus venas y haciéndoles sentir como si su sangre se congelara rápidamente.
Una mano ilusoria masiva de color carmesí se disparó desde el suelo, rasgando los escombros como si no fueran más que retazos de papel.
La mano se lanzó hacia Leonel, haciendo que él tuviera que cruzar su lanza en su cuerpo para bloquear.
Leonel fue enviado volando, su cuerpo arqueándose a través del aire por más de cien metros.
Sus órganos internos se sacudieron, su estómago se hundió y sus costillas se rajaron. Sangre voló de sus labios, sus ojos se abultaron.