Emery podía sentir que algo lo arrastraba. A juzgar por el tamaño de la cosa que lo agarraba, quien o lo que fuera que lo estaba llevando debía de ser algo o alguien bastante grande. Sus ataduras estaban firmemente aseguradas y su boca se sentía como si estuviera llena de algodón, impidiéndole gritar. Luego, sintió que lo arrojaban dentro de un espacio frío y metálico, probablemente algún tipo de caja. Con tiempo para sí mismo, Emery se preguntó quién haría tal cosa. Llevarse a un acólito participante en medio de un juego, con una multitud tan grande reunida. El incidente arriesgaría tantos testigos y la fuga no debería ser fácil.
¿Lo estaban llevando para que no pudiera participar en el partido final? Esa era ciertamente una posibilidad, si él fuera un campeón destacado o un fuerte contendiente por el título. Pero, por mucho que le doliera, sabía que no era nadie. Nadie iría a tal extremo para mantenerlo fuera del partido.