—¡Ahh! ¿Qué estás haciendo— ah! —gritó Sam, forcejeando mientras daba saltos rápidos. Pero yo no lo solté.
En vez de eso, mordí más fuerte.
—¡Ay! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah— jajaja! —Después de unos gritos de dolor, eventualmente se transformaron en oleadas de risa.
Yo sabía que un simple mordisco no le haría daño. Así que, lentamente retiré mis dientes, soltando su hombro.
—Dios mío, ¡tonta! ¡No seduzcas a este frágil hombre! ¿Desde cuándo te ha dado por jugar a los vampiros? —preguntó Sam junto con sus oleadas de carcajadas.
Fruncí el ceño, mordiendo ligeramente el interior de mi labio.
—No es gracioso, mi señor —murmuré mientras tragaba el aire que se acumulaba en mi garganta.
—¿Eh?
—Ese rumor... ¿cómo puedes tomarlo tan a la ligera? —Mi mano se aferró fuertemente a sus hombros—. ¿Cómo puedes pensar en mi bienestar si no te preocupa el tuyo? Ya sea verdad o solo un rumor, una vez que llegue al rey, ¿no es lo mismo?