Mientras tanto, en la sala del trono donde Samael y Esteban se enfrentaban en una lucha intensa, los párpados de Samael temblaron mientras miraba hacia arriba.
—Rufus —susurró, cerrando la mano en un puño porque cuando el corazón de Rufus se detuvo, Samael lo sintió.
—Parece que Señor Barrett murió. —Samael abrió los ojos al escuchar la voz de Esteban—. No te preocupes, lo seguirás pronto para que no esté triste.
—No fuiste tú —Samael susurró con los ojos entrecerrados—. El murmullo… era el mismo que aquella noche en el banquete. Así que, no era tuyo.
—Me ocuparé de esos ratones después de ti.
—Esteban. —Una sonrisa apareció en el rostro de Samael, pasando sus dedos ensangrentados por su cabello argénteo desordenado—. No sabía lo ciego y tonto que eres. Esos ratones escondidos… ¿no puedes sentir su participación no solicitada en esto?