El Hechizo del Encanto

Dmitri la llevó al dormitorio. La colocó en la cama y dijo —Si los miembros del consejo lo piden, entonces debes seguirlo.

Adriana apartó la mirada. Se acurrucó hacia adentro y se acostó en la cama. Ella dijo —Dmitri, ¿no puedes quedarte aquí más tiempo?

—Sabes que no puedo. Es muy importante para mí regresar.

—¿Cuándo regresarás?

—Mañana Adri...

Algo le dolió por dentro y una lágrima rodó por su ojo. La única persona a quien había llegado a amar más que a nada era Dmitri; él era su fuerza. ¿Cómo se desarrollarían las cosas? Él se subió detrás de ella y la abrazó por la espalda. Luego, para aliviar el ambiente, dijo —Los sirvientes aquí se han ofrecido a llevarme de paseo por el reino de los magos. ¿Te gustaría venir conmigo?

Adriana asintió y dijo —Sí, claro. Se giró hacia él y él vio la lágrima en su ojo. Él la secó con su dedo y dijo —No te preocupes. Encontraremos una manera de vernos, ¿vale? Estamos destinados para toda la vida ahora. Nadie puede arrebatarte de mí.