Un vestido por el que vale la pena volar

Sophie adoptaba una serie de poses dramáticas en toda la casa, cada una más extravagante que la anterior.

Se arqueó la espalda junto a la gran escalera, se contorsionó como un pretzel de yoga en el salón, e incluso intentó una mirada sensual junto al fregadero de la cocina.

Mientras tanto, Eddie se situaba detrás de la cámara, con sus ojos cada vez más abiertos ante cada nueva pose.

—Sophie, intenta actuar natural, como... solo relájate un poco —sugirió él, con una voz ligeramente desesperada.

Pero no había forma de detenerla. Ella inclinó su cabeza en un ángulo de 90 grados y entrecerró los ojos hacia la cámara como si estuviera avistando algún objeto misterioso en la distancia.

—Tal vez... uh, sin entrecerrar los ojos —murmuró Eddie, rascándose la cabeza mientras ella se recostaba contra la pared como si fuera un amante perdido hace mucho tiempo.