Después de la pintura, una pieza histórica de joyería—un collar de rubíes que alguna vez fue usado por generaciones de la realeza inglesa—estaba en subasta.
El collar tenía un profundo valor histórico, con su rubí central brillando intensamente, captando la atención de la multitud.
Las mujeres pujaban con entusiasmo, cada una impulsada por el atractivo de poseer un pedazo de historia. Finalmente, el martillo cayó en diez millones, y la oferta ganadora fue para Sofía.
—Esto es para ti, Sophie —dijo Sofía, girándose hacia su hija con una sonrisa cálida.
—¡Oh, Madre, gracias! —El rostro de Sophie se iluminó al abrazar a su madre y la multitud aplaudió, conmovida por la escena.
Su afecto era digno de una foto—un vínculo perfecto, envidiable. No pude evitar mirar, sintiendo un punzante de algo que no me atrevería a llamar celos.